lunes, 21 de octubre de 2013

1920 - capítulo XXIV

Título: 1920 (un fanfic del Bicentenario)
Parejas: Akame, Tomapi, Maruda y otras secundarias.
Género: AU, romance
Rating: NC-17
Advertencias: Situaciones de consenso dudoso, temas oscuros. Excesivo fanservice.
Resumen: Corre el año 1920 y en los campos del sur de Chile el Patrón Akanishi desea tener un sirviente personal como el del señorito Ueda. Su amigo Yamapi le ayuda a conseguir uno, llamado Kazuya...




Dormir después de lo ocurrido con Kazuya no le fue posible, todo era un caos en su mente y su cuerpo algo adolorido no ayudaba para nada. Estaba molesto, muy molesto, quería golpear a Kazuya. ¿Cómo había podido hacer algo así? Kazuya, su sirviente, desafiarlo de esa manera, manchar su honra de esa manera…

Al día siguiente se encerró en su habitación y dio instrucciones de que le llevaran las comidas allí, no iba a hablar con nadie, no iba a buscar a Kazuya tampoco, ya no tenía sentido. Todo ese tiempo había estado preocupado por nada, había estado buscándolo por nada. Se sentía tan estúpido que quería destrozar cosas o cavar un hoyo y enterrarse para nunca salir.

En algún momento indeterminado del día, no tenía claro a qué hora pues las cortinas estaban cerradas y no quiso ni siquiera abrir los ojos, Taguchi le habló desde el otro lado de la puerta. Sin prestar atención a lo que le decía, le gritó que se fuera. Para su desgracia, Junno intentó animarlo con una pésima broma y huyó.

Por la noche soñó con Kazuya. En el sueño ocurría algo parecido a lo que había ocurrido la última vez, pero no se encontraba amarrado, tampoco oponía resistencia, dejaba a Kazuya tomara el control. Y lo disfrutaba.

El sueño volvió a repetirse cada noche desde entonces, cada vez más intenso, cada vez más real contra su piel. Despertaba agitado y avergonzado de la frustración latente en su cuerpo al constatar que había sido un sueño. No quería desear que fuera realidad, pero todo su ser le jugaba en contra.

No quería seguir así, eso era lo único que tenía claro, el resto de las decisiones se ramificaba de manera casi cruel, llenándolo de dudas y algo de angustia. Muy dentro de sí mismo, sabía que necesitaba encontrar a Kazuya; quería pensar que era para vengarse y aunque la verdad era que no lo tenía tan claro, prefería aferrarse a eso. Era lo que debía hacerse, era lo que cualquier patrón haría: Castigar a un sirviente que se había atrevido a desafiarlo.

Con esa resolución en su mente, salió de su habitación y avisó a sus trabajadores que debían volver a la búsqueda de Kazuya. Nadie tenía por qué saber del cambio de sus motivos para encontrarlo, sus empleados eran eso, *empleados*, y él era el patrón. Su deber era obedecerle sin hacer preguntas de ninguna clase y no permitiría que ninguno lo olvidara.


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Rina suspiró, frustrada, antes de apartar la novela que estaba intentando leer, sin cuidado de esconderla debajo de la cama como hacía siempre. Había estado la última media hora estancada en la misma página, incapaz de comprender lo que decía a pesar de leer una y otra vez. Últimamente, las hermosas novelas románticas que solía leer ya no tenían sobre ella el mismo efecto, de alguna manera siempre terminaba pensando en lo mismo.

Estaba consciente de que quería volver a ver a Tanaka, sin embargo, la confusión acentuada por lo ocurrido en su última visita la estaba deteniendo. Le gustaba ir a verlo, pero también tenía miedo, no estaba segura de si quería “asumir las consecuencias” como le había dicho. Se encontraba varias veces al día considerando aquellas palabras y su significado, imaginando qué habría sucedido la vez anterior si no hubiese huido, si hubiese dejado a Tanaka besarla en aquella oscuridad absoluta, si se hubiese quedado y...

Sabía con certeza ahora que la manera en que se aceleraba su corazón no tenía absolutamente nada que ver con el miedo, pero no sabía si deseaba realmente hacer realidad todas las imágenes que su mente le proporcionaba. Estaba cansándose un poco de no estar segura de lo que quería.

Y para estar segura no necesitaba quedarse ahí pensando, decidió con ímpetu, debía ir al escondite y aclarar sus dudas.

Además estaba el otro “asunto”, pensó decididamente, para respaldarse. Antes de que partiera a la capital, había escuchado a escondidas a su hermano y a Ryo conversar sobre Akanishi.

-Aún está buscando a su sirviente como si fuera lo único que sabe hacer, está obsesionado, no sé cómo sigue buscándolo después de todo este tiempo, TODO el día –había dicho Ryo, con un dejo de fastidio malamente fingido y que no lograba enmascarar su preocupación. –Y sigue siendo muy extraño, porque el secuestrador no ha pedido nada. No tiene sentido.

Rina había recordado entonces al hombre que había visto amarrado en la cueva en que se escondía Tanaka y su banda; tal vez se trataba de Kazuya, el famoso sirviente de Jin.

Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo solamente al recordarlo, también quería descubrir la verdad sobre eso. Si lo pensaba de aquella manera, podía dejar de sentirse extraña por desear volver a aquel lugar.

El repentino viaje de su hermano a la capital debía ser una señal, además, siempre era bueno llevarles alimento a los chicos. No tenía porque sentirse mal, estaba realizando una buena acción después de todo, descubriría la verdad sobre el sirviente de Jin, el mejor amigo de su hermano, que era casi parte de su familia.

Si tan sólo pudiera decidirse a creer en los más nobles de sus pensamientos, quizás todo estaría bien, pero aún mientras sus piernas la llevaban al establo y ensillaba a su caballo, no podía convencerse de nada.

Por su parte, Tanaka intentaba levantar el lúgubre ánimo de Kazuya, que se encontraba deprimido desde el día en que habían ido a robarle a Akanishi. Intentaba actuar normal, pero no funcionaba y hasta los chicos lo notaban.

Aquel era un día tranquilo. La policía había dejado de vigilar los bosques y Akanishi parecía haberse dado por vencido en su búsqueda, al menos por el momento. Koki había intentado hablar con Kazuya al respecto, averiguar qué era lo que había sucedido aquella noche que había cambiado tanto las cosas, pero sólo obtenía silencios y evasivas.

Habían tenido algunos días de lluvia, pero ahora el sol alumbraba débilmente, despidiendo la temporada de calor. Aprovechando lo que quedaba de buen tiempo, Kazuya había salido a jugar con el cachorro de la banda y después de un rato Tanaka decidió unírsele. Intentó animarlo con relatos de cosas graciosas que habían pasado con los chicos, anécdotas ocurridas hacía tiempo o recuerdos de historias que habían compartido todos juntos, pero Kazuya parecía interesado sólo por cortesía. Al menos logró que riera un poco cuando comenzaron a recordar cierto confuso incidente durante una de las expediciones de caza, que había acabado con una monumental pelea a golpes entre varios de los chicos, mientras el resto hacía apuestas.

La risa se congeló entre ellos cuando el perro adoptó repentinamente una postura de alerta antes de alejarse de Kazuya corriendo y ladrando. Ambos se levantaron inmediatamente para huir hacia la cueva, pero era tarde, alguien ya estaba ahí.

-¿Tú otra vez? –exclamó Tanaka, con una mezcla de incredulidad y fastidio, al ver que Rina era la persona que había aparecido.

- Sí, yo. ¿Qué hay de malo en eso? –respondió ella, levemente sonrojada.

Su voz no había sonado en lo más mínimo amenazante y eso la hacía sentir extrañamente vulnerable. Tenía la estúpida idea de que Tanaka podía leer sus pensamientos, los confusos y los que deseaba que lo fueran porque la aterraban, aquellos que ni siquiera quería considerar muy detenidamente.

A fuerza de voluntad logró despejar un poco su mente. Era peligroso bajar la guardia en aquel lugar, eso sí era algo que había aprendido. Miró a su alrededor y notó que la persona que acompañaba a Tanaka no era uno de los chicos de la banda. Es más, estaba casi segura de que se trataba de aquel hombre que habían tenido atado la otra vez, el que sospechaba podía ser el sirviente de Jin. ¿Por qué ya no era prisionero?

- No tienes nada que hacer aquí –respondió Tanaka, burlonamente, acercándose a Kazuya y poniendo una mano sobre su hombro. Por alguna razón, el gesto hizo a Rina arder en miles de clases distintas de odio. –Vete a casa a jugar con tus muñecas y deja a los adultos resolver sus asuntos -la manera en que apegó su cuerpo al de aquel otro hombre fue más de lo que Rina pudo soportar y apartó la vista mortificada. Tanaka rió aspiradamente. -Vamos, Kame. Dejemos a la princesita tranquila.

El tipo rió levemente y Rina sintió su sangre hervir. Apretó los puños y los dientes, contando mentalmente hasta diez y luego hasta veinte. Pensaba llegar hasta cien cuando notó que Tanaka y su estúpido acompañante se alejaban, y recordó por qué estaba ahí.

Tanaka lo había llamado Kame, pero su presentimiento no menguaba, *tenía* que ser él, eran simplemente demasiadas coincidencias.

El desconocido le daba la espalda en aquel momento y Tanaka la miraba hacia atrás, con esa expresión enervante que le conocía tan bien. Rina tomó aire.

-¡¡Kazuya!! -gritó, lo más fuerte que pudo.

La reacción fue evidente. Tanaka se quedó petrificado y la observó con los ojos muy abiertos, desconcertado por primera vez desde que lo había conocido. Por su parte, el desconocido se volteó como por reflejo antes de que Tanaka pudiera detenerlo, que fue lo que intentó hacer después. Pero ya era demasiado tarde.

Rina se acercó a pasos agigantados a ellos.

- ¿Así que tú eres Kazuya? –preguntó retóricamente, ignorando a Tanaka un instante a pesar de que éste intentó alejarla. Estaba tan furiosa que no le importó estar demasiado cerca de aquel hombre, tampoco le importaba Tanaka. Deseaba golpearlos, a ambos. -El sirviente de Jin... y estás aquí… FELIZ, libre, mientras ese idiota ha estado todos estos días buscándote sin descanso, desesperado por no encontrarte, haciéndole la vida imposible a todo el maldito y fastidioso mundo, ¡¡y todo por ti!!- hizo una pausa para tomar aire, pues había dicho todo muy rápido y enojada. Deseaba gritar y, por una vez, no se reprimió. -¡¡¡Eres lo peor!!!

Se giró en dirección a Tanaka, que se había alejado un poco de la acción, y lanzó con fuerza la comida que había llevado contra su pecho. Tanaka retrocedió un poco, pero alcanzó a tomarla. Rina se dirigió hacia su caballo, pisando fuerte; montó de un salto y se alejó al galope, claramente furiosa, dejando a ambos hombres estupefactos e inmóviles por un largo rato.

Cuando Tanaka se giró a mirar a Kazuya, éste aún miraba en la dirección en que Rina se había ido cabalgando, su expresión seguía estancada entre la sorpresa y el horror. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y asentarse en la base de su estómago mientras los segundos se alargaban pesadamente esperando a que Kazuya reaccionara.

- Me mentiste, ¿verdad? -la voz de Kazuya era un silbido entre dientes. -Jin… Akanishi sí me buscó… -se notaba que estaba haciendo un esfuerzo para no descontrolarse, pero aún así la rudeza de su tono de voz aumentaba con cada sílaba.

- ¿Le crees a esa niñita?

- ¿Por qué no voy a creerle? ¿Por qué tendría que creerte a ti? Me secuestraste y odias a Akanishi, no debí confiar en ti.

Tanaka no respondió, pero intentó acercarse a Kazuya, que lo evadió y entró a la cueva.

Si bien estaba lo suficientemente enojado como para querer golpear a Tanaka, no podía irse de ahí; volver con Jin no era una posibilidad y aparte de su fundo no tenía dónde más ir. Además, su relación con los chicos no era mala y, aunque el escondite de los bandidos jamás sería su hogar, ellos habían llegado a ser casi su familia.

Se sentía pésimo, horrible. Después de todo, Jin sí se había preocupado por él, sí lo había estado buscando. Y si creía todo lo que la chica había dicho, lo había buscado casi sin descanso.

-Desesperado por no encontrarte -repitió para sí mismo, llevándose las manos al rostro y sentándose en el suelo.

Había sido tan fácil creer que no le importaba, había sido tan obvio en el momento. De hecho, las palabras de la muchacha no acababan de cuajar en su mente. Sabía que había verdad en ellas por la manera en que habían brillado los ojos de la chica al hablar, pero era tan imposible. Jin jamás había dado señales de nada, siempre se había mostrado parco y confundido, enojado incluso, cada vez que había sucedido algo entre ellos. ¿De verdad lo buscaba? ¿De verdad lo extrañaba tanto como él?

No, Akanishi debía odiarlo y ahora que sabía la verdad, Kazuya no tenía nada para odiarlo de vuelta y opacar el dolor.

Extrañaba a Jin, pero no había manera de arreglar las cosas.



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Rina llegó galopando a gran velocidad al fundo de Akanishi. Había decidido inmediatamente, antes incluso de montar a caballo y alejarse, entre sus pensamientos furiosos, que debía decirle a Jin dónde estaba su sirviente.

¿Venganza por estar molesta con el idiota de Tanaka? Tal vez, no se iba a detener a pensar en eso, era un acto impulsivo y no le importaba. Además, Jin era el mejor amigo de su hermano y siempre había sido cercano a la familia. No encontraba razones para no hacerlo.

La recibió la cocinera de Akanishi, que le informó que no se encontraba allí, pues estaba con la cuadrilla de búsqueda, por lo que Rina corrió de vuelta a su caballo. Tenía que actuar rápido, moverse más rápido de lo que podía pensar, escaparse de la culpa que esperaba para atacarla en el momento en que pensara al respecto. Pero no le iba a dar esa oportunidad.

La suerte estaba de su lado, aumentando su determinación: se demoró menos de lo que esperaba en encontrar la cuadrilla de búsqueda de Akanishi. Claramente era una señal. Si el destino estuviera en su contra jamás los habría encontrado tan rápido.

-¡Jin! -llamó, a medio desmontar. Se sorprendió de lo agitada que sonaba su voz y sólo entonces notó lo acelerado que latía su corazón, la manera en que sus palmas sudaban. -Jin, necesito hablar contigo, a solas… es importante.

Akanishi la acompañó hasta un lugar alejado de sus trabajadores, un poco impaciente y un poco curioso. Era tal vez la primera vez que la hermana de su amigo se acercaba a él para hablarle de algo serio. Rina empuñó sus manos antes de hablar y Jin sintió que sus entrañas se anudaban en un presentimiento que no supo cómo clasificar.

- Sé dónde está tu sirviente -las palabras de la chica fueron un golpe en su estómago. -Pero por favor, prométeme que no le dirás a mi hermano que yo te dije.

- Dime, lo prometo, no diré nada –dijo Jin, aceleradamente. Habría prometido dejar de comer aceitunas por un mes en aquel momento si se lo hubiesen pedido.

Rina le dio las indicaciones de cómo llegar a la cueva de Tanaka y comenzó a sentirse preocupada. El rostro de Jin se había endurecido y se encontraba teñido de una poco saludable palidez que lo hacía lucir un poco verdoso y al borde de la náusea. Había apretado los dientes y asentía a cada una de sus palabras, prestándole su completa y absoluta atención. Rina nunca jamás había visto a Jin concentrado en nada, le causó algo de inquietud y temió por Tanaka y todos sus chicos. Demasiado tarde.

-¿Irás… irás con todos ellos? -preguntó, apuntando en la dirección general del grupo de búsqueda.

Jin, que ya había comenzado a caminar en dirección a su caballo, respondió sin mirarla.

- No, es algo que debo hacer solo.

Rina se sintió aliviada y se quedó de pie, viendo a Jin alejarse galopando a toda velocidad. Imaginar a Jin llegar con toda la cuadrilla armada, atacando a todos, le había preocupado; incluso hasta había sentido temor por aquel joven que siempre era un idiota con ella y parecía gozar llamándola animal salvaje. No quería que sufriera.

Suspiró.

Ebria de alivio e infantil sentimiento de retribución, el pensamiento tardó en asentarse en su mente, pero cuando lo hizo, fue devastador: Jin iba solo. Se enfrentaría con bandidos armados que podían ser muy peligrosos e iba *solo*. Si algo le pasaba sería su culpa.

Corrió hacia su caballo con desesperación y el camino de vuelta a casa se le hizo odiosamente largo. Pensó en rezar, pero le pareció súbitamente poco adecuado. Necesitaba dejar de ser tan impetuosa, se recriminó, se suponía que el idiota de la familia era Yamapi.

Llegó al fundo deseando que su hermano hubiese vuelto por arte de magia de su viaje a la capital, pero en su lugar, Ryo apareció entrando a la propiedad, montado sobre su caballo café que Rina siempre había considerado horrible y desgarbado y que ahora era la visión más maravillosa del mundo. A Rina incluso le pareció que llegaba iluminado por el sol.

- ¡Jinfueabuscarakazuyaqueestaconelsecuestradorysabedondeestayfuesolodebesayudarlo!

- ¿AH? -el rostro de desconcierto histérico de Ryo le hubiese provocado a Rina un ataque de risa en otras circunstancias. Como estaban las cosas, sólo la irritó.

Respiró profundamente, para poder hablar calmada y hacer que la comprendiera. Era importante.

- Jin sabe dónde está su sirviente -explicó lo más lentamente que pudo y aún así tropezándose con algunas sílabas como solía sucederle a su hermano.-Fue a enfrentarse al secuestrador y fue solo, pero el secuestrador no está solo. ¡Debes ir a ayudarlo! Y no le digas a mi hermano que yo te dije esto.

- ¿Por qué? -la repentina necesidad de saber el por qué lo detuvo de ir inmediatamente por Jin. Ryo de seguro tenía unas prioridades bastante retorcidas.

- ¡NO IMPORTA! -gritó Rina, sin paciencia ni decoro. Estaba harta. -¡AHORA, SOLO ÁNDATE!


- Me dirás después... o Yamapi sabrá –amenazó Ryo antes de volver a montar su caballo con un movimiento rápido y preciso, y emprendió una agitada carrera hacia el lugar que Rina le había indicado.

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