lunes, 26 de septiembre de 2011

Sic transit gloria mundi

ResumenLa oportunidad no llama dos veces y la gloria del mundo es efímera. Jin se va a L.A. … de nuevo.

La primera vez que se lo mencionan, la noticia pasa a través de él como por papel mantequilla. La entierra junto a todas las decisiones que no quiere tomar y todo lo que no quiere oír (como Kame por las mañanas alegando que usó el último resto de café y que debe comprar más, por ejemplo), y sigue pensando en perras y alcohol para las letras de sus canciones.

Pero la segunda y la tercera vez, durante el mismo día y con calidad de urgente, no puede pasarlas por alto. Una oferta así no es algo que pueda ignorar para que se vaya, sin importar la intensidad de su deseo porque así sea. Promete tener una respuesta definitiva para el otro día, tropezando con sus palabras y ansioso por huir.

El mensaje de texto en el celular de Kame lo invita a volver temprano a casa y es recibido con una ceja levantada de curiosidad y una extraña sensación en la base de su cuello. Cuando a su llegada al departamento lo recibe la oscuridad y la indigestible música de Jin sangrando por los parlantes a un volumen ridículo, el frío en la base de su cuello aumenta.

Jin yace tendido de espaldas en el sofá, despierto a pesar de sus ojos cerrados. Kame suprime una risa seca ante la conciencia de conocerlo tan bien que sabe exactamente como suena su respiración cuando está dormido. Se acerca sin cautela y arranca el control remoto del equipo de sonido de su mano antes de que pueda reaccionar.

Jin sólo abre los ojos, la falta de protesta cuando apaga la música es un signo claro de su estado de ánimo. Kame lo observa y sonríe. La mirada de niño perdido es algo que jamás ha dejado de jalar de sus huesos, quitándole el aliento y el equilibrio, y lo maravilla al borde del miedo el poder que sólo un temblor de la ceja de Jin tiene sobre él.

En silencio le ofrece la mano a Jin, que duda un instante en aceptarla pero finalmente se deja ayudar a poner de pie, suspirando hondo cuando Kame lo guía hasta la habitación que comparten, sin palabras.

En oscuridad y silencio, Kame lo besa junto a la cama y no pasa mucho tiempo antes de que la realidad comience a sentirse borrosa, antes de que el deseo comience a colarse a traición por cada uno de sus poros. Kame empuja sólo un poco y Jin se sienta en la cama. Los muslos separados de Kame rodean los suyos pocos segundos después. Sin embargo, el tiempo es suficiente para permitir que un pensamiento singular y filoso se asome en su mente.

-Quieren que vaya de gira a L.A. –Las palabras de Jin son atropelladas y algo muy parecido a la culpa incendia sus ojos.

No es algo de lo que quiera hablar, no es algo que siquiera quiera pensar. Demasiados recuerdos demasiado frescos obstruyen su mente y su garganta. Pero es un adulto y debe ser responsable, debe hablarlo con Kame. Esta vez debe hacerlo bien.

Se pregunta fugazmente cuál es el equivalente adulto de esconderse bajo la cama y taparse la cabeza hasta que todo pase y los monstruos se vayan. Los labios de Kame besando con suavidad los suyos interrumpen sus pensamientos.

-Kazu, presta atención –medio gime, medio reclama cuando los labios de Kame dejan su boca para enfocarse en su cuello. Pensar es difícil, pero la conversación es importante. –Tendría que.. Kazu… me voy a perder *la* gira con ustedes… -declara y recuerda a medio camino que se suponía que haría de esto una negociación. -Si acepto… -corrige, pero nadie está escuchando. -Hmmm… ¡K…Kazu!

La lengua de Kame abandona su clavícula sólo para mirarlo a los ojos, con una mirada espesa y ardiente. Cuando habla, su voz es grave, rasposa; reverbera en el centro mismo de su ser, rozando el fuego.

-Cállate, Akanishi.

Jin… encuentra que es más fácil obedecer. No es sencillo continuar una conversación tan seria con las manos de Kame haciendo lo que hacen en todas partes de su cuerpo y sus dientes en sus labios, su oreja, su cuello…

Se rinde. Reacciona.

Kame está en control, sobre él. Kame sabe lo que hace. Kame lo lleva.

Y a través del filtro de la decisión tomada, Jin no puede sino aferrarse a él y dejarse arrastrar. Dejar a Kame guiarlo una y mil veces, quitarle la ropa, disfrutar de la canción de sus dedos dentro suyo y la necesidad in crescendo que lo hace olvidar el mundo, las normas y todas las restricciones que delimitan por fuera este pedazo de otro mundo en que todo es calor, humedad y Kame, Kame, Kame…

Sus únicas palabras ahora son afirmaciones, reafirmaciones y peticiones descarnadas, urgentes, rayanas en órdenes. Kame sólo sonríe y concede.

Kame con él, en él, dentro de él. Hasta el dolor le es bienvenido, porque proviene de ellos y lo extrañará y lo sabe, y sus talones se entierran con fervor en la parte baja de la espalda de Kame invitándolo y urgiéndolo porque más no es suficiente y la vida es demasiado corta para lo hondo del sentimiento que tira de su alma.

La melodía crece y se acelera, toma ritmo y se desmorona. Una y otra vez. Sus uñas se entierran en los trozos de piel disponibles a su toque y el fuego en su interior canta, avivado por cada movimiento, cada gemido, cada quejido, cada beso mordido y cada falla en el control de Kame que le dice que están ambos tan cerca…

Una de sus manos se desenreda de la espalda de Kame y se desliza hacia abajo por su propia piel, buscando el alivio que necesita con desesperación, pero Kame reacciona primero. Golpea el dorso de su mano con fingida molestia y toma el mando él. “Típico”, alcanza a pensar Jin, pero cualquier otra sensación o pensamiento queda aplastado por el violento placer que subyuga todos sus sentidos al instante siguiente.

Jin pierde el control primero, sofocado por la minuciosidad incesante de Kame. Un “Kazuya”” ahogado se escapa sin permiso de entre sus labios, pero ya no tiene sentido maldecirse por la mirada petulante que sabe tendrá Kame después, como cada vez que sucede. Se permite disfrutar unos segundos del temblor residual de su cuerpo antes de buscar a ojos cerrados la boca de Kame y besarlo profundamente, instándolo a seguir.

Los movimientos de Kame carecen de cualquier delicadeza, pero está bien, Jin puede soportarlo y Kame lo sabe. Así que Kame simplemente besa sus labios y su cuello, hundiéndose y dejándose hundir hasta que la fricción, el calor y la tensión se vuelven demasiado. Sus movimientos erráticos se ven coronados por una última embestida de sus caderas, un último gemido.. y luego la quietud.

Es tarde cuando Jin decide que quizás desea querer volver a moverse. El invierno puede estar por terminar, pero el frío de la noche no lo sabe y se ha asentado en sus articulaciones, convirtiendo cualquier acción en esfuerzo. Kame se desenreda de su cuerpo y enciende la luz de noche; ajusta la calefacción antes de volver a la cama con un arsenal de pañuelos desechables que le alcanza a Jin para luego voltearse en busca de sus boxers.

Después de la limpieza de rigor, Jin decide imitarlo y busca algo de su ropa. Se siente un poco dejado de lado por la falta de atención de Kame y se pregunta por un rato si es su castigo. Para cuando vuelve a la cama, su ánimo está tan adolorido como sus articulaciones. Tal vez sí se está haciendo viejo.

Kame ya está acomodado bajo las cobijas y se mueve para hacerle espacio, dándole la espalda y estirando la mano para apagar la luz en cuanto Jin se cubre.

De espaldas y mirando al techo, sus ojos tardan un rato en acostumbrarse de nuevo a la penumbra. Se siente ansioso, inquieto, y no por primera vez lamenta haber firmado el estúpido contrato con Kame que le prohíbe fumar en la habitación. Siente a Kame cambiar de posición junto a él, pero ni siquiera intenta voltearse a verlo. Sabe que está de espaldas como él sin necesidad de mirar.

El silencio se extiende por un par más de latidos de su corazón en lenta recuperación. Finalmente, cuando su respiración es casi normal, escucha a Kame hablar.

-Creo que debes ir… a L.A., quiero decir.

Jin siente los ojos de Kame sobre él y gira la cabeza, a pesar de que le es difícil verlo.

-Pero… KAT-TUN… la.. gira… -intenta argumentar, pero su voz suena todo lo sin convicción que se siente.

Kame aspira aire entre dientes y ladea la cabeza como si de verdad lo estuviera considerando.

-Va a ser un condenado escándalo y probablemente te maldiga bastantes veces en el intertanto… y no sólo yo -la pausa tiene en Jin el efecto exacto que Kame desea. –Pero aún así creo que debes ir.

Con el tiempo, Jin ha logrado discernir el tono que Kame usa para hablar con él honestamente. Es éste y el nudo en su estómago se deshace en alivio, más aún cuando Kame se gira y se mueve para recostarse abrazado a su pecho.

-Está bien -es todo lo que dice Jin, acomodando las cobijas para cubrirlos a ambos.

Se sorprende de la veracidad de su afirmación, de la tranquilidad que siente por las palabras de Kame. Se empeña por no demostrarlo. Kame ya cuenta con autosuficiencia de sobra.

-Está bien –confirma Kame, preparándose para dormir.

La calefacción comienza a hacerse patente en la habitación, pero Jin no siente particulares ganas de dejar ir a Kame, no todavía, no mientras quede siquiera un poco de frío en el aire, y tal vez ni siquiera entonces. Todavía queda algo de invierno por delante.


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“Sic transit gloria mundi”, significa: Así pasa la gloria del mundo. Detesto poner títulos en otro idioma, pero éste no me dejó tranquila, lo sentía aplicado a la decisión de Jin, no por su relación con Kame, sino por lo efímero de la fama y las oportunidades únicas.


Me da un poco de pena re-publicar esto después de cómo resultó todo, pero....

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