lunes, 26 de septiembre de 2011

De luz y de oscuridad

Resumen: Jin vuelve a una fábrica abandonada en busca de un objeto perdido, encuentra mucho más que eso.


Jin avanzó por el pasillo a paso vivo, frotándose los brazos para tratar de generar algo de calor. El invierno estaba a la vuelta de la esquina y el frío se estaba tornando bastante molesto, especialmente en esos pasillos oscuros que casi nunca recibían la luz del sol. Era algo tarde y el edificio se sentía amenazante, por lo que apuró aún más el paso. Aunque no sabía de avistamientos de fantasmas en aquel lugar, nunca se sabía.

Ese día habían tenido una sesión grupal de fotos de estilo industrial en esa vieja fábrica abandonada. El lugar lo había atemorizado un poco aún de día, pero la sesión había comenzado al atardecer, cuando el sol agonizante alargaba las sombras y oscurecía aún más los grises envejecidos de las paredes, por lo que no se había sentido especialmente mal por su aprensión. Sólo estaba siendo cuidadoso, se dijo.

Por la razón que fuera, apenas el fotógrafo había anunciado el final del día, agradeciéndoles cortésmente por su esfuerzo, había corrido al vestidor que el equipo había preparado para ellos, para tomar sus cosas e irse lo más pronto posible del lugar. Se negaba siquiera a considerar el hecho de que la estúpida cercanía que habían demostrado, una vez más, Kame y Koki tuviera que ver con sus ansias de huir de ahí.

De alguna manera, su temor a los espíritus y los monstruos lo hacía sentir menos vulnerable que su molestia cada vez más patente por la complicidad que parecían tener sus dos compañeros de grupo. Si lo consideraba un poco, estaba claro que la razón tenía que ver con el leve, levísimo, casi inexistente –en su opinión-, dolor que le causaba la segunda situación.

Pero no quería pensar en eso.

Sólo había una razón para que él estuviera de vuelta en ese siniestro y odioso lugar, en el que había tenido que observar pacientemente a Kame coquetear con Koki, apoyado y hasta animado por el fotógrafo, durante horas que le parecieron siglos. Había salido tan rápido, que había dejado olvidada, en algún lugar, la billetera en que guardaba sus documentos de identificación y no se había dado cuenta hasta llegar a su departamento. Cuando ya casi había llegado de vuelta al edificio se le había pasado por la mente que, tal vez, alguien podría haberla encontrado y lo estaría esperando en la recepción a la tarde siguiente, cuando asistiera al ensayo. Pero… ya estaba ahí y siempre le había sido difícil arrepentirse de una decisión tomada, por muy estúpida que fuera.

Vio una luz que se colaba por debajo de la puerta al final del pasillo, en el lugar en que todavía estaba montado el vestidor y el comedor provisorios, esperando al equipo que los desinstalaría al día siguiente.

Feliz ante la idea de encontrar a alguien a quien preguntar por el destino de su extraviada billetera caminó los últimos metros, abrió casi con suavidad la puerta sin seguro y entró.

Sus ojos se habían acostumbrado a la penumbra, pero lo que lo cegó no fue la luz que inundaba la habitación. En el gran sillón rojo que habían colocado en el vestidor estaba sentado Kame, de lado, con el brazo en que sostenía su cabeza apoyado en el respaldo del mueble. Sonreía, una de esas sonrisas gentiles y llenas alegría que habían adornado la adolescencia de Jin y que ahora hacía demasiado tiempo que no veía. Una sonrisa que era suya, pero que ahora estaba dirigida a otra persona.

Frente a Kame, desparramado de espaldas en el sillón y con la cabeza apoyada también en el respaldo, estaba Koki. Miraba a Kame y reía suavemente. Estaban cerca, excesivamente cerca. Anormalmente cerca, pensó Jin, pero no pudo decir ni una palabra.

Estaba congelado, el frío finalmente había llegado a la médula de sus huesos, helándole la sangre, impidiéndole moverse. Parpadeó y la imagen ante él no desapareció. Dejó ir de golpe la respiración que no sabía que estaba conteniendo y el casi inaudible sonido resonó como un grito, disonante en el ambiente casi íntimo de la habitación.

Koki y Kame miraron al mismo tiempo en su dirección: Kame con su típico sobresalto quieto, con un “¿Eh?” casi imperceptible y que habría pasado por una simple mirada abrupta para alguien que no lo conociera hacía años; Koki tomando una posición defensiva durante el milisegundo que le tomó reconocerlo.

-Akanishi… –susurró con sorpresa Koki, a modo de saludo y su tono le hizo sentir a Jin que estaba interrumpiendo algo, que había llegado en un mal momento, que no era esperado y menos bienvenido ahí.

Sentía los ojos de Kame sobre él, pero se obligó a no mirar en su dirección. Las fuertes emociones que inundaban su interior se iban decantando rápidamente hacia la ira y sabía que si miraba a Kame en ese momento, se cristalizarían y ya no podría contenerlas.

-Lo siento –fue lo único que atinó a decir y ni siquiera él mismo supo por qué se estaba disculpando.

Kame seguía sin decir ni una palabra y el silencio se hizo grande e insoportable en los pocos instantes que siguieron.

-Lo siento –repitió Jin, sintiéndose un poco idiota, pero ya no le importaba mucho.

Dejó ir la perilla de la puerta que aún apretaba con la mano y caminó, enfocando toda su voluntad en parecer imperturbable, sin importarle mucho a dónde iba.

Pasaron un par de segundos pesados y cargados de silencio más antes de que Koki despegara los ojos del espacio ahora vacío y mirara a Kame, que al sentir sus ojos sobre él volteó el rostro para mirarlo, con el ceño fruncido.

Koki levantó las cejas en señal de pregunta y apuntó al pasillo más allá del umbral con los ojos. Kame suspiró, cansado, y se levantó pesadamente del sillón. Tomó algo de una silla cercana y caminó hacia la puerta, sin voltear a ver a Koki, que hizo un gesto negativo con la cabeza y volvió a desparramarse en el sillón, esta vez mirando hacia el techo.

-Te veo mañana, Kame-chan –se despidió, en voz suficientemente alta para que Kame lo escuchara.

Kame, aún sin voltear, le hizo un gesto de despedida con la mano libre, que por poco Koki no vio, y se fue tras de Jin.

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Jin comenzó a considerar la posibilidad de que tal vez estaba perdido. No era una edificación demasiado complicada, pero había caminado sin rumbo la cantidad suficiente de tiempo sin prestar la atención adecuada y ahora estaba en el centro de una sala enorme, con varias puertas y varias desembocaduras de pasillos y con una pared formada por pequeñas y gruesas ventanitas, suficientemente transparentes como para dejar pasar la luz de la luna, pero con diseños cuadriculados que impedían ver lo que había afuera.

El lugar tenía una clase de belleza inquietante, casi espectral y se preguntó por qué demonios no habían tomado fotografías ahí. Seguramente porque el fotógrafo era un imbécil. Un imbécil que amparaba la estúpida relación entre Kame y el idiota de Koki.

Como siempre, le era más fácil enojarse. No quería pensar. No quería saber. No quería comprender por qué algo que había decidido no sentir le era doloroso.

Frustrado, caminó hacia la puerta más cercana e intentó abrirla, pero estaba cerrada con llave. Perfecto. Ideal. Comenzó a intentar sacudirla por la manija, casi agradecido de encontrar por fin una válvula de escape a su rabia y sin importarle el eco del ruido que retumbaba por la sala.

-Esa puerta no se va a abrir.

La voz de Kame le llegó por la espalda, sobresaltándolo, pero logró no gritar. Habría sido demasiado. Así, al menos, se sentía un poco más dueño de la situación.

Se volteó y vio la silueta de Kame, que estaba apoyado en la pared con ventanas, junto a la puerta abierta por la que había entrado. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y aunque no podía ver bien sus ojos, sentía que lo estaba mirando fijamente.

-Kamenashi –dijo Jin con lo que intentó que pareciera indiferencia, algo fuera de lugar dadas las circunstancias, pero eso jamás le había importado.

Kame levantó la mano, la luz de la luna recortando la sombra de un objeto rectangular pequeño en ella y Jin reconoció su billetera.

-La encontré debajo de una silla, en el vestidor -comentó Kame y Jin comenzó a avanzar hacia él, lentamente. –Ya te habías ido hacía un rato, así que pensaba llevarla al ensayo mañana para entregártela.

-Y después decidiste que sería una buena idea acampar aquí… -cerró la boca antes de que se le escapara un “con Koki” lleno de malicia. Siguió avanzando.

Después su viaje a Estados Unidos, Jin había llegado a pensar en sí mismo como un tipo razonable y maduro, capaz de dejar sus caprichos de lado por el bien mayor… aunque eso significara mutilar parte importante de sus impulsos por Kame. Creía que lo tenía controlado. Estaba convencido de ello.

Pero sólo se había estado engañando, pudo sentirlo claramente a medida que su pulso se aceleraba con cada paso que daba en dirección a Kame.

-Estaba cansado y tenía la noche libre, es todo -Kame no sabía por qué, pero sentía la necesidad de explicarse. –El tiempo pasó más rápido de lo que esperaba.

-El tiempo vuela cuando uno se divierte, ¿no? –veneno. Cuando oyó sus propias palabras teñidas de agresividad ya era demasiado tarde para retractarse.

-¿Qué?

-Eres tan malditamente cuidadoso con todo lo que haces. Te cuidas las espaldas como el mejor, ¿en qué demonios estabas pensando cuando te encerraste, con Koki, de madrugada, en un maldito vestidor? –El tono de su voz había aumentado progresivamente, pero ya no tenía deseos de contenerse.

-¡¿Madrugada?! –Espetó Kame, con incredulidad. –¡Son las once de la noche! ¡Hoy terminamos *temprano*! ¡Por lo general a esta hora estamos en medio del trabajo!

Kame odiaba gritar, odiaba descontrolarse, odiaba sentir que las situaciones no estaban en sus manos. Pero Jin siempre había tenido la curiosa habilidad de ponerlo en jaque y sacarlo de su zona segura, para bien o para mal.

-¡¡¡Ese no es el maldito punto!!!

-¡¡¡Tal vez si dejaras de maldecir cada dos palabras podrías explicarme cuál es el maldito punto!!!

Jin, ya frente a él, estiró la mano para alcanzar su billetera, pero Kame no la soltó.

-Dámela.

-Antes explícame qué es lo que te pasa.

-¡No me pasa nada! –Alegó Jin, cerca de la desesperación. Quería irse de ahí. Quería saber cómo diablos llegar a su auto y dejar a Kame y Koki y a la maldita fábrica con todos sus fantasmas atrás.

-Akanishi… -el tono de Kame era de pronto suave, casi condescendiente y lo odió con cada fibra de su ser. Tiró más fuerte, logrando quitarle la billetera a Kame de las manos y guardarla en el bolsillo trasero de su pantalón.

-Esta vez fui yo quien los vio -mintió. –Pero la próxima vez podría ser un fotógrafo, un periodista de periódico amarillista… ¿y qué vas a decirle?

-Estábamos conversando.

-Claro… -fue lo único que pudo decir.

Kame creyó comprender algo entonces, aunque tal vez era sólo una ilusión creada por la noche y las esperanzas que creía muertas tiempo atrás. Hacía años que ya no esperaba nada de Jin. Y aunque en su interior tenía claro que lo que sentía por él iba mucho más allá de un enamoramiento adolescente bastante pasado de tiempo, también tenía claro que jamás haría nada al respecto.

Se había ilusionado una vez, ciego de amor e intoxicado por la cercanía que compartían desde siempre sin llegar nunca a nada. Pero entonces Jin se había ido y lo había dejado solo. Kame había decidido que los sentimientos de pérdida y abandono con que había tenido que lidiar en ese momento eran suficientes para toda una vida y le había costado bastante esconder sus heridas para no afectar a nadie más mientras Jin no estaba, más aún cuando había regresado.

Hasta ahora no había logrado reparar lo que había entre ellos, probablemente ni siquiera deseaba hacerlo realmente. Y eso le bastaba para renunciar, si no a sus sentimientos por Jin, sí al deseo de comunicarlos. El grupo ya tenía suficiente tensión sin corazones rotos y rechazos de por medio.

Y a pesar de todo, había algo en la vacilación de Jin, en su exabrupto infundado, en su comportamiento y su frustración, en la forma en que su cuerpo parecía gravitar hacia él, que lo estaba haciendo perder toda su resolución.

Por su parte, Jin sentía que la ira lo abandonaba rápidamente y lo dejaba tras de sí, pesado y sin voluntad. Estaba solo en la noche con Kame y ya se estaba hartando de pelear contra sí mismo. Necesitaba salir de ahí, pero algo lo mantenía anclado en ese lugar, algo más poderoso que el temor a no encontrar la salida y perderse para siempre.

Tenía que saber.

-¿Estás saliendo con él? –Preguntó Jin finalmente, con un hilo de voz.

-¿Por qué te importa? –La voz de Kame sonó más dura de lo que pretendía, pero no pudo evitarlo.

El aire se volvió denso. No era su culpa realmente, Kame simplemente no conocía otra forma de lidiar con el nerviosismo.

-Ya te dije, pueden verlos y…

-Akanishi –lo interrumpió Kame. –Eres un pésimo, pésimo, pésimo… Pésimo actor –la exasperada voz de Kame marcó la mayúscula al hablar. –Dime la verdad.

-Y encima me ofendes… -alegó Jin.

-La verdad -insistió.

-Me preocupo por ti.

-¿Por qué?

-Porque me preocupan ese tipo de cosas.

-¡Tsk!... pésimo... ¿Por qué?

-Porque...

Las palabras quedaron truncadas, la tensión había subido hasta alcanzar un nivel que hacía difícil que atravesaran el aire entre ellos. Jin podía sentirla físicamente, como electricidad estática erizándole la piel, esperando un punto de descarga.

Nunca antes había habido tanto en juego.

Los ojos de Kame no le dieron tregua, ni siquiera cuando apretó la mandíbula, buscando una resolución que le era esquiva con la misma intensidad del vacío de su estómago y el miedo que lo hacía sudar frío, que lo tenía a punto de tiritar aunque sus mejillas estaban rojas y el corazón le latía como si fuera a salírsele por la boca en cualquier momento.

No, eso no era posible, porque un nudo inmóvil cerraba su garganta, sellando las palabras que no podía formar ni sabía cómo decir. Sentía los segundos pasar al compás de su reloj por sobre la sangre agolpada en sus oídos.

Kame suspiró a la vez que golpeaba suavemente la pared tras de él, al borde de la decepción estrepitosa.

-Bien –comenzó a decir, humedeciéndose nerviosamente los labios. -Ya basta…

Pero nunca pudo terminar la frase. Jin avanzó bruscamente, haciendo desaparecer de golpe la distancia entre ellos, aprisionándolo con su cuerpo contra la pared, las manos empuñadas en las solapas de su chaqueta y, por un segundo de estupor, Kame pensó que Jin iba a golpearlo. Buscó sus ojos, intentando parecer desafiante a pesar del desconcierto, pero no hubo tiempo de amenazas. Con un quejido ahogado como reconocimiento de su derrota, Jin capturó sus labios.

El beso no fue gentil ni lento, era un grito de desesperación que casi rayaba en la violencia. Kame intentó retroceder imposiblemente unos centímetros más hacia la pared como acto reflejo, casi intentando escapar.

Demasiado tarde.

Una de las manos de Jin subió desde su chaqueta hasta enredarse en su pelo, mientras desempuñaba la otra, buscando el esquivo apoyo de su pecho. Kame cerró los ojos, incapaz de resistir más, y sus labios cedieron, abriéndose al embate de la lengua de Jin que exigía acceder a su boca.

La mente de Jin había detenido todo proceso lógico en el momento en que sus labios habían tocado los de Kame, esperando un empujón y tal vez un golpe como respuesta a sus avances. Pero el rechazo no había venido, sólo un instante de confusión, y ahora Kame le respondía, absurda, improbablemente, le respondía. Se entregó a la intensa sensación de su cuerpo apoyado contra el de Kame, el cosquilleo de su respiración pesada en su mejilla y los pequeños, apenas perceptibles, sonidos de aprobación que parecían escapar de la parte baja de su garganta y que lo estaban volviendo loco.

Sintió el cuerpo de Kame relajarse, sintió sus manos dejar la inactividad y posarse en sus caderas, un toque de mariposa sin peso que, sin embargo, hizo expandirse una ola de calor por todo su ser. Algo peligrosamente cercano a un gruñido resonó en su pecho cuando mordió el labio inferior de Kame a la vez que enterraba con mas fuerza sus dedos en su cabello.

Kame gimió quedamente, haciendo mella en el poco autocontrol al que Jin aún se aferraba. La mano que apoyaba sobre su pecho subió hasta el hombro de Kame y lo empujó más atrás, avanzando imposiblemente, eliminando cualquier espacio entre ellos. Adelantó la pierna derecha, apretando a Kame contra él, separando sus muslos con el suyo, creando un punto de fricción en el que rápidamente se concentró toda su necesidad.

Un grito ahogado de Kame los hizo separar sus labios después un asalto especialmente hondo de las caderas de Jin. Kame inclinó la cabeza hacia atrás, intentando mantener a raya su respiración y fallando miserablemente, y en el proceso dejando expuesto su cuello para los ávidos labios de Jin. Sus dientes rozaron el pulso latiente bajo su piel, tratando de ser delicado, de mantenerse bajo control, de no dejar marcas que les causarían a ambos problemas. Los quejidos, medidos, ahogados, cortos, de Kame le hicieron imposible la tarea. Cada uno de ellos reverberaba en él, haciéndolo temblar, necesitar el movimiento arrítmico de sus cuerpos para atarse a la cordura. Lamió el camino desde el cuello de Kame hasta llegar a mordisquear el lóbulo de su oreja, desenredó la mano que se aferraba a su hombro para bajar por su pecho, a su abdomen, buscando, rodeando su cintura hasta llegar a su espalda, encontrar el lugar en que la chaqueta y la polera se superponían al borde de sus jeans, subir un poco, oh, sólo un poco… hasta que su mano por fin tocó la piel desnuda de la parte baja de su espalda, el mero contacto haciendo que Kame arqueara por reflejo el cuerpo, aumentando su roce, haciéndolo más profundo.

El agudo placer dejó a Jin inmóvil por media milésima de segundo, más que suficiente.

-Jin…

Sintió a Kame empujarlo débilmente, pero fue como una cachetada. Abrió los ojos de golpe y sus manos se detuvieron de inmediato, dejando sus brazos colgar inertes a sus lados. Retrocedió un poco, muy poco, pero después de la cercanía que casi los había fundido el instante anterior se sintió como un abismo.

-Kame yo… -comenzó a decir, pero las palabras danzaban dispersas en la neblina de deseo de su mente y no podía armar una frase para disculparse por sus acciones. Inclinó la cabeza hacia abajo y cerró los ojos intentando calmarse, respirar, pensar. Y sólo entonces lo notó.

Jin.

Sintió las manos de Kame empuñadas en sus caderas con una firmeza que cruzaba apenas la línea y se convertía en dolor, pero no importaba. Significaba que Kame se estaba aferrando a él, que no quería que se alejara, que, tal vez, se sentía de la misma manera que él. Significaba que, tal vez, Kame volvería a llamarlo Jin.

Levantó la vista lentamente. Su corazón se negaba a calmarse y sabía que sus mejillas debían estar encendidas de rojo, notorio incluso con la precaria iluminación, pero se obligó a mirar a Kame a los ojos. Kame lo miró de vuelta, tenía los labios hinchados entreabiertos y los ojos empañados por un fervor que hizo a Jin sentir un hormigueo que lo recorría por completo, desde la punta de sus dedos, concentrándose en un solo punto y haciendo hervir la necesidad en sus venas.

Tragó saliva.

Levantó los brazos hasta tomar los hombros de Kame con las manos, como sosteniéndose de él para no caer. Ante él Kame, sonrojado, despeinado y aún intentando recuperar el aliento, parecía intentar procesar lo que estaba pasando, pero Jin sólo podía pensar en lo adorable y sexy que lucía en ese estado. Acercó su rostro al de él para besarlo de nuevo, pero Kame, con una velocidad que lo dejó pasmado, levantó una de sus manos y posó los dedos sobre los labios de Jin, deteniéndolo.

-Jin –comenzó, bajando un poco la mirada. -Aquí no.

Y por primera vez en mucho tiempo, Jin recordó dónde estaban. Consideró lo que había estado deseando hacer hacía sólo unos momentos y se sonrojó aún más. Yamapi y todos los demás tenían razón, era un estúpido.

Avergonzado, rodeó a Kame por los hombros y enterró el rostro en la curva de su cuello.

-Lo siento –dijo, y las palabras hicieron cosquillas en el cuello de Kame, haciéndolo estremecerse. Jin lo sintió y comenzó a llenar de besos ligeros el área, ganándose otro estremecimiento y un suspiro. Sonrió contra la tersa piel de Kame… podía acostumbrarse a esto.

-No estás ayudando –se quejó Kame, pero igual rodeó la cintura de Jin con los brazos, apretándolo con fuerza. Bajó el rostro y mordió su hombro a través de la tela, en venganza, pero Jin sólo soltó entre dientes una risa ahogada. Se quedaron abrazados por un momento largo que, de alguna manera, fue demasiado corto.

Jin apoyó su mejilla contra la cabeza de Kame, besó su sien y dejó sus labios descansar ahí sin abrir los ojos. Kame era una presencia tibia en sus brazos, su calor lo invadía por completo y se preguntó cómo podría dejarlo ir, cómo podría obligarse a dejar de abrazarlo, permitir que se separara, aunque fuera centímetros, de él y se llevara de nuevo el calor de su vida. Lo abrazó más fuerte.

-Hey… -dijo Kame, apartándose un poco. -No podemos quedarnos aquí.

Jin sintió ganas de hacer un puchero, pero se controló. Ya era un adulto, un hombre razonable y maduro que ya no hacía las niñerías que habían llegado a esperarse de él en el pasado. No más.

-Jin, no hagas pucheros –sonrió Kame.

¡Demonios!

-No quiero dejarte ir -dijo simplemente Jin. Y su voz nunca había sonado tan seria.

Kame cerró los ojos y se arrimó aún más a él, arrastró sus labios hasta casi alcanzar su oreja, sintiendo la sensible piel de Jin erizarse bajo ellos. Al hablar, sus palabras fueron sólo un susurro.

-Podemos seguir en mi departamento -dijo, con una audacia que no sentía del todo y que lo abandonó a medio camino, haciendo que las últimas sílabas de la oración temblaran levemente.

Jin no pudo hablar. Su corazón se detuvo por un momento para luego lanzarse a latir más rápido que nunca, cerrando nuevamente su garganta. Asintió con la cabeza y Kame sintió el movimiento junto a su mejilla . Ninguno de los dos se sentía listo aún para separarse.

Kame fue el primero en moverse, giró hasta que su sus labios encontraron la mejilla de Jin y la besó suavemente a la vez que colocaba, con algo de dificultad, los brazos entre ellos, apoyando las manos sobre el pecho de Jin, presionando. Jin retrocedió hasta que nuevamente hubo distancia entre ellos. Tosió nerviosamente un par de veces, cubriéndose la boca con la mano empuñada y miró al suelo, repentinamente incómodo.

Kame soltó un resoplido risueño al borde de la incredulidad. Debería haber adivinado que la afectación natural de Jin lo atraparía en el mismo momento en que sus cuerpos dejaran de tener contacto.

-¿Qué? –Exigió Jin, mirándolo de súbito con su típica expresión de irritación avergonzada.

Kame negó con la cabeza sin dejar de sonreír, la mirada intensa sobre él, porque era innegablemente adorable y tan... Jin.

-Nada –dijo sin más, pero la risita fue clara para los oídos de Jin.

Era lo que necesitaba, en todo caso. Sonrió tontamente, sin saber muy bien por qué, pero era lindo ver reír a Kame, aunque fuera sólo un poco y a su costa.

Con un movimiento brusco pero extrañamente fluido, Jin giró sobre sus talones, tomó su mano, entrelazando sus dedos casi convulsivamente y lo arrastró tras de él después de empezar a caminar hacia uno de los pasillos oscuros.

La sorpresa hizo que Kame tardara un par de segundos en reaccionar, pero cuando lo hizo se detuvo, deteniendo a su vez a Jin, que se volteó a mirarlo.

-No tienes idea de dónde está la salida, ¿verdad? –Afirmó Kame, divertido.

Jin no respondió, conciente de que el silencio era la manera en que su dignidad saldría menos perjudicada. Cubrió sus expresiones con la máscara de desinterés altivo a la que recurría en las entrevistas y presionó sus labios sin decir nada.

Kame rió, cada vez más cerca de una carcajada.

-Idiota… -suspiró con afecto y comenzó a caminar hacia la puerta por la que había venido, sin soltar la mano de Jin.

-Kaaame… -se quejó Jin, ofendido sólo a medias y dejándose guiar, por fin, fuera de ahí.

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Cuando Kame finalmente encendió la luz de su departamento, le costó un poco acostumbrarse nuevamente a ella.

Había estado apagada en el vestidor cuando había vuelto para recoger sus cosas, seguramente obra de Koki al salir, y no había querido encenderla. Se sentía cómodo en la penumbra.

Además, si Jin sentía cohibición, pues él sentía nervios. No al principio, cuando la mano de Jin se aferraba a la suya mientras lo guiaba por los pasillos de la fábrica abandonada en un silencio por una vez cómodo, pero sí cuando habían llegado a su primer destino y había tenido que dejarla ir.

Jin lo había estado esperando fuera de la habitación, apoyado contra la pared con una expresión de petulancia que las sombras no disimulaban y que Kame había contemplado con una ceja levantada por un instante antes de romper a reír, olvidando un poco su inquietud.

Habían caminado hacia la salida juntos, pero manteniendo la distancia y cada uno había subido a su propio auto para llegar al departamento de Kame por vías separadas.

El ataque de histeria había comenzado mientras manejaba, alejándose de la fábrica, con el recuerdo vivo de lo que había sucedido latiendo en sus labios. La realidad, tan sólida y cálida mientras había tenido a Jin cerca, se había desvanecido rápidamente ahora que estaba solo con sus pensamientos, pareciéndole irreal, imposible.

Al llegar a su departamento había titubeado unos momentos antes de caminar hacia el interruptor y acabar con la oscuridad. Se sentía un poco tonto, pero era como si, de alguna manera, la luz fuera a romper el hechizo en el que parecía haber caído y de pronto todo habría sido un sueño o peor, un error.

Cuando sus ojos se aclimataron, echó un vistazo a su alrededor. Necesitaba algo que hacer para no continuar con sus pensamientos enervantes sobre Jin, que se estaba demorando más de lo normal y podía haberle pasado algo, que tal vez estaba en problemas, que tal vez se había perdido. Que tal vez no vendría.

Harto, comenzó a ordenar compulsivamente los cojines que ya estaban perfectamente alineados en el sofá, colgó su chaqueta y guardó prolijamente todas sus cosas en el armario, colocó organizadamente la loza seca en los estantes de la cocina, arregló algunos papeles desparramados en la mesa de centro, puso a calentar agua para preparar té y se dirigió a su habitación. Era bueno ocupándose cuando no se quería preocupar, era la forma en que había logrado sobrevivir.

Comprobó que todo estuviera en orden en su dormitorio, comenzando a sentirse cohibido por hacerlo, pero se dijo que, incluso si la probabilidad era mínima, era mejor estar preparado. Bajo el mismo criterio abrió el cajón de su velador para buscar si tenía…

El sonido del timbre lo salvó de aún otro momento de inhibición.

Curiosamente la situación le parecía lo suficientemente improbable como para mantener la mayoría de sus reacciones en regla, aunque el corazón le latía lento y profundo en el pecho y el vacío en su estómago se había ahondado, llegándole casi a la garganta.

Abrió la puerta y allí estaba Jin. El gorro de lana le llegaba hasta el borde de unos lentes oscuro enormes, pero era Jin.

-Pasa –invitó Kame, y la voz le sonó apretada.

Por respuesta Jin hizo un movimiento casi imperceptible con la cabeza y entró. Se sacó los zapatos y los lentes, dejándolos sobre la mesita junto a la puerta… y se quedó inmóvil en el centro de la pequeña sala de estar. Kame avanzó hasta enfrentarlo, pero no pudo mirar sus ojos. La luz realmente dificultaba todo.

Se dedicó a observar la chaqueta verde y delgada de Jin, totalmente inadecuada para el frío que estaba invadiendo la ciudad, a absorber la sensualidad inconciente de su postura, de sus brazos, de sus manos.

Sólo entonces notó la bolsa de papel café que Jin aferraba con ahínco en la mano derecha. Jin siguió sus ojos hasta que también se posaron en ella. Se sonrojó profundamente.

-Estee… bueno… yo… –se aclaró la garganta, agradecido de que Kame no lo estuviera mirando, porque sentía que moriría de vergüenza. –Compré... Cosas.

-Oh –fue todo lo que dijo Kame, sonrojándose también.

Sin embargo, era una buena señal. Significaba que Jin había *pensado*, que había considerado la situación, que había evaluado y había llegado a conclusiones. Conclusiones que lo tenían ahora inmóvil, en su sala de estar, con una bolsa de papel con "cosas" en la mano. Y sintiéndose tan avergonzado como Kame al respecto.

Kame sintió una ola de ternura invadir hasta los lugares más recónditos de su ser. Rozó la mano libre de Jin con los dedos, logrando que levantara los ojos hasta su rostro y le sonrió. Era una sonrisa nueva, extraña y cálida. Le sonreía a Jin con los labios, con los ojos, con todo el cuerpo.

Jin sintió el corazón tan hinchado que le era difícil respirar. Hablar estaba fuera de discusión, así que hizo lo único que pudo; atrajo a Kame hacia él de un tirón y lo abrazó. Kame se hundió en el calor de Jin, sintiendo una sensación de tranquilidad extenderse por sus venas. Suspiró, enterrando su cabeza en el hombro de Jin y apretándose con fuerza contra él.

El calentador de agua emitió un seco “clic” que indicaba que el líquido había alcanzado la temperatura programada. Jin levantó la cabeza y lo miró inquisitivamente, aflojando un poco su abrazo.

-Té –dijo Kame. Y como los ojos de Jin seguían confundidos, explicó. –Iba a preparar té. ¿Quieres un poco?

-¿Té?

-Té.

-¡Té! -La mueca denotaba algo parecido a la angustia.

-¿Eh?

-¡Por Dios, Kame...! –Exclamó Jin, mirándolo con un desconcierto que casi era desesperación antes de besarlo, haciendo que Kame se olvidara del té, de la luz y de cualquier otra cosa que no fueran los labios de Jin por fin otra vez sobre los suyos.

Esta vez, menos desprevenido, Kame le quitó el gorro de la cabeza con una mano, lanzándolo a algún lugar indeterminado que a ninguno de los dos podía importarle menos, y enterrándola luego en su cabello, ahora lleno de estática. Su otra mano se posó bajo su nuca, sus dedos dibujaban espirales en la sensible piel del cuello de Jin, que sentía que todo intento de control lo abandonaba con una velocidad sorprendente. El medio gemido ahogado que se le escapó a Jin le recordó a Kame por qué estaban ahí. Súbita, urgente, instantáneamente.

Los brazos de Jin formaban una férrea barrera que rodeaba su cintura, impidiéndole escapar, aunque nada estaba más lejos de sus intenciones. Jin cerró un poco el círculo, atrayéndolo más, más, intentando fundirlo con él. El instinto puro se apoderó de ellos, haciéndolos buscar tímida, casi inconcientemente el roce.

Esta vez fue un movimiento de las caderas de Kame lo que los dejó sin aliento. Los labios de Jin se contrajeron en una sonrisa de suficiencia antes de morder los de Kame, buscando despertar el sonido en él, sin éxito. Ninguno de los dos cedía.

Kame contraatacó atrapando su labio inferior con los suyos, succionando para luego liberarlo lentamente, raspándolo con sus dientes. Jin logró detener el quejido a duras penas, pero reanudó el ataque a la boca de Kame, trazó sus labios con la lengua y Kame se estremeció.

Jin sintió un ligero sobresalto cuando notó que las manos de Kame empujaban sus brazos, intentando liberarse de ellos. Obedeció, temiendo que Kame hubiera entrado en razón, decidido que esto era una locura… Kame besó su cuello mientras peleaba contra su chaqueta, intentando desenredarla de sus brazos para lanzarla al suelo. Jin suspiró aliviado y le ayudo a Kame en su tarea.

Como siempre, Kame tenía muy buenas ideas.

Siguiendo su ejemplo, Jin colocó la palma de la mano bajo la polera de Kame y, logrando provocarle miríadas de sonidos ahogados que no alcanzaban a ser gemidos, arrastró su mano hacia arriba, acariciando deliciosamente su abdomen y su pecho mientras hacía subir la tela, descubriéndolo, hasta llegar a su hombro. Se aferró una vez más a ellos, con las dos manos, antes de besarlo, masajeando la base de su cuello con sus pulgares y continuando el beso por unos segundos antes de recordar lo que estaba haciendo. Kame levantó los brazos para que Jin pudiera terminar de sacar la prenda.

Desesperado por tocar, sentir, besar más de la piel de Kame, Jin al principio no notó su tironeo para despojarlo a él también de su polera. Dejó a Kame quitársela, siseando violentamente cuando sintió sus uñas, cortas pero efectivas, rasguñar el camino de vuelta por su espalda, desde el cuello hasta donde sus jeans le impidieron seguir avanzando. Eso iba a dejar marcas. Jin sonrió; él también podía jugar a eso.

Se acercó a Kame en busca de su cuello, pero se detuvo en el momento en que toda la piel de su torso hizo contacto con la piel desnuda de Kame. El contacto fue como un golpe de corriente y sintió hervir la sangre con algo que no era puramente lujuria, sino algo más, algo profundo, intenso y aterrador. Y supo que era inútil, que ningún grado de negación iba a poder borrar de su memoria ese momento grabado en su piel, que nada nunca se volvería a sentir así.

Se quedó inmóvil por unos momentos, saboreando la sensación de la piel tibia de Kame contra la suya, el sonido de su respiración pesada, a puertas del jadeo, el golpeteo intenso del corazón de Kame que hacía vibrar su propio cuerpo. Acarició su cabello y plantó un beso en su frente, en su sien, su pómulo, su mejilla, la comisura de sus labios. Kame entreabrió los labios pero Jin lo ignoró y siguió plantando besos cortos hasta llegar a su garganta, obligándolo a inclinar la cabeza hacia atrás cuando su boca y su lengua comenzaron a provocarlo, lamiendo y apretando con los labios el área donde se concentraba su pulso. Sintiendo la vibración en la garganta de Kame, un gemido atrapado a punto de ceder, Jin movió una de sus manos hasta sostener su espalda, afirmándolo, mientras la otra exploraba su pecho, buscando…

Ah, sí, ahí… el rostro de Kame se contrajo, frunció el ceño y cerró con fuerza los ojos, se mordió el labio para ahogar un quejido y flexionó las manos convulsivamente enterrando una vez más sus dedos en las caderas de Jin, que no se dejó distraer. Sin perder el ritmo de sus manos dibujando figuras en su espalda y estimulando el punto más sensible de su pecho, trazó un ocho con la lengua en su cuello antes de succionar fuerte y morder.

-Ahhh… -sin lograr encontrar una manera para contenerse, Kame gimió, un sonido agudo, por primera vez sin restricción ante Jin, declarándose perdedor en la competencia tácita que se había desarrollado entre ellos. Pero ya no importaba.

Jin sintió que iba a explotar, redobló los esfuerzos de sus manos y su boca, quería volver a escuchar ese sonido, necesitaba hacer que Kame perdiera el control de nuevo a riesgo de volverse loco él.

El embate febril de sus caderas casi lo hizo perder el equilibrio cuando Kame dio un paso atrás. Abrió los ojos, confundido, pero Kame volvió a besarlo en los labios, atrayéndolo con las manos, haciéndolo caminar contra él mientras retrocedía otro paso y otro y… oh sí, Kame *siempre* tenía buenas ideas.

Llegaron hasta el dormitorio, agradecidamente cercano, sin haberse separado más que un poco. Kame sintió el borde de la cama presionando contra la parte posterior de sus rodillas y se dejó caer, sentándose y atrayendo a Jin, que, un poco torpemente y casi perdiendo el equilibrio, se acomodó a horcajadas sobre Kame, en el proceso restregándose contra él intensa y largamente. Los poco elásticos pantalones que llevaba estaban comenzando a sentirse demasiado apretados y la conciencia de ello lo habría afectado si no pudiera sentir, sin siquiera mucho esfuerzo, que Kame no estaba mucho mejor.

Con un gruñido apagado empujó a Kame hasta tenerlo recostado bajo él, apresando sus dos manos por sobre su cabeza con una de las suyas mientras la otra bajaba por su pecho hasta llegar a su cintura, su ombligo; al lado, hasta rozar el hueso de su cadera que sobresalía por sobre la banda superior de sus jeans, al centro de nuevo, más abajo, más, hasta llegar a palpar su misma esencia a través de la ropa.

-J.. Jin… -la voz de Kame fue un quejido. –Espera… Jin… -a pesar de sus palabras entrecortadas, su cuerpo seguía respondiendo, arqueándose, empujándose con los pies que todavía apoyaba en el suelo, contra él y contra su mano, siguiendo el ritmo que le imponía.

-Kazu… -la voz de Jin sonaba ronca y rasposa y Kame tuvo que respirar hondo y hacer un esfuerzo sobrehumano para controlarse al escuchar a Jin llamarlo de ese modo. -Kazu... ¿de verdad... ah... de verdad quieres que pare?

El aire desplazado por las palabras de Jin estimuló deliciosamente la hipersensible piel de su oreja, haciéndolo olvidar por un segundo todo lo que no tuviera que ver con Jin, con su lengua inquisidora, sus caderas insistentes y la *fricción* que lo tenía al borde de la desesperación.

-Jin… -gimió y a Jin no le importó qué diablos fuera a decirle mientras siguiera gimiendo su nombre de esa manera. -Tenemos… Jin… hay que… *cosas*…

Y Jin, aún en la maraña incoherente de pensamientos, sensaciones y ansias que habían hecho cortocircuito en su cerebro, comprendió.

-Diablos… -maldijo, deteniéndose, respirando con dificultad y mirando a Kame hacia abajo.

La vista casi le robó completamente la voluntad de levantarse: Kame jadeaba, recostado, mirándolo a los ojos, visiblemente acalorado y con la mirada oscurecida por el deseo. Maldijo de nuevo, apretando los puños para controlar la necesidad de besarlo hasta hacerlo perder el sentido y se levantó bruscamente, bufando con frustración.

La bolsa de papel yacía abandonada en el piso, cerca de la mesa de centro, donde seguramente la había dejado caer mientras Kame lo desvestía. Sonrió con ensueño. Kame lo había desvestido.

Volvió al dormitorio con la bolsa en la mano y en el rostro una sonrisa estúpida que no lograba borrar… hasta que vio a Kame, que se había movido hasta quedar en el centro de la cama y lo esperaba recostado sobre un costado, con la cabeza apoyada sobre su mano. Cuando logró cerrar la boca, avanzó.

-Esos jeans te quedan *muy* bajos... -murmuró Jin, mientras caminaba en su dirección, hipnotizado. –Demasiado bajos –repitió después de trepar a la cama y deslizarse hasta colocarlo de espaldas y quedar suspendido sobre él.

Se abrió paso entre las piernas de Kame hasta quedar arrodillado entre ellas y lenta, deliberadamente, deslizó sus manos por su piel, disfrutando el espectáculo de los músculos bajo ellas contraerse y relajarse ante su toque, hasta llegar a la hebilla del cinturón de Kame. Lo miró y Kame asintió imperceptiblemente. Las manos de Jin temblaban un poco, por lo que se demoró en abrirla y para cuando lo logró, la respiración de Kame nuevamente era pesada y su mirada ardía.

Arrastró los pantalones hacia abajo, deslizándose él también, dejando un rastro de besos húmedos en su camino y Kame sólo pudo cerrar los ojos y enterrar la cabeza en el colchón. Jin le levantó las piernas, una a la vez para desvestirlo y luego se contorneó hasta que sus propios pantalones estuvieron en el suelo y él quedó en una posición cómoda, sobre su estómago, con los hombros entre las piernas de Kame y el rostro al nivel de su objetivo.

Con los ojos cerrados, Kame sólo sintió la respiración de Jin por sobre su ropa interior, pensó en buscar la almohada para que amortiguara cualquier sonido… y entonces dejó de pensar. Sus manos bajaron por voluntad propia, hasta enredarse en el cabello de Jin, que lo besaba a través de la tela, presionando, buscando un contacto que Jin se negaba a darle por completo. Sintió la risita de Jin contra él, pero la vibración sólo lo empujó más alto.

Jin se detuvo hasta que Kame se levantó con dificultad sobre sus codos y lo miró, expectante al borde de la súplica. Jin sostuvo su mirada con ardor, sonrió petulantemente y tomó la banda elástica con sus dientes. Tiró hacia abajo.

Kame se dejó caer con un suspiro estrepitoso de vuelta en la cama, esperando...

El grito quedó atrapado en su garganta y fue incapaz siquiera de forzarlo a salir. El placer fue devastador.

Sus movimientos se volvieron tan erráticos como sus pensamientos y su respiración. Sin importar cuánto intentara evitarlo sus manos volvían una y otra vez a enredarse en el cabello de Jin, que a estas alturas era un desastre; levantó las caderas, empujando, necesitando más, más profundo… Las fuertes manos de Jin lo sostuvieron en su lugar y se rindió, abandonándose a la deliciosa sensación, a la boca de Jin que no le daba tregua y que parecía intensificar sus esfuerzos cada vez que un quejido se escapaba de sus labios.

Kame sintió una de las manos de Jin abandonar su cuerpo, oyó ruidos de papel y otros sonidos, uno seco y corto, el otro todo humedad. Y de pronto Jin se detuvo… y ya era hora, porque Kame no habría podido aguantar mucho más.

Sintió la mano de Jin volver a acercarse, sintió sus dedos moverse con cautela, casi con timidez, hasta que uno de ellos alcanzó su destino y se detuvo. Conocía a Jin. Sonrió sin abrir los ojos y abrió un poco las piernas, porque estaba bien, confiaba en él, y tal vez si intentaba decirlo, su voz se quebraría y lo arruinaría todo. Pero confiaba en Jin, confiaba en que comprendería y se sobrepondría y....

-Ahhh…

Era una sensación extraña al principio, no exactamente dolor, pero Jin estaba casi tan nervioso como él, así que todo fue lento y cuidadoso. Intentó relajarse, ignorar el ligero frío aceitoso, respirar… y sólo entonces se dio cuenta de que estaba afirmándose con más fuerza de la necesaria a las mantas de la cama. Las soltó de a poco, respirando hondo.

-¿Estás bien? –Preguntó Jin y su voz temblaba con una contención sostenida a penas.

Kame hizo un gesto afirmativo con la cabeza, no confiando en su voz aún.

Jin esperó a que Kame pareciera suficientemente relajado antes de intentar agregar otro dedo. Apretando la mandíbula contra los sonidos apenas refrenados que hacía Kame, la necesidad casi dolorosa en su ser.

Al parecer, después de un rato la incomodidad –o dolor, Jin no estaba seguro-, había disminuido. Los suspiros y medio quejidos de Kame se superponían unos con otros y su ceño se había relajado un poco. Sintió a Kame contornearse un poco y ahogar un gemido y supo que todo estaba bien.

Deslizó su mano libre hasta rodear con ella íntimamente a Kame, que levantó las caderas, arqueando la espalda con un espasmo, asaltado por un placer penetrante que recorrió cruelmente su espalda, haciendo hormiguear hasta la punta de sus dedos. No iba a resistir mucho tiempo si las manos de Jin seguían torturándolo de esa manera irresistible.

Subió las piernas, acariciando con un pie el costado de la cintura de Jin, llamando su atención.

-Jin… -dijo y su voz sonó tan inestable como había imaginado que lo haría. La petición fue un susurro. -Por favor... Jin...

Jin tragó saliva y dejó de moverse. Este era el momento, el punto sin retorno. Buscó con desesperación los ojos de Kame.

-¿Estás seguro?

-Sí –respondió Kame y su voz se escuchó segura y decidida.

-Bien… está bien… dame un segundo ¿si?

Y ahí estaba de nuevo, la afectación de Jin, haciendo que se sonrojara y que sus movimientos se volvieran poco fluidos y algo torpes mientras se quitaba la ropa interior y quedaba finalmente desnudo como él. Cómo podía ser tan osado y sensual a un momento y al otro morir de vergüenza era un misterio que había fascinado a Kame desde que eran pequeños.

Escuchó a Jin hurgar nuevamente en la bolsa de papel junto a ellos, hasta encontrar lo que buscaba. Y fue el turno de Kame de cohibirse, sólo un poco, cuando vio a Jin rasgar el pequeño sobre de papel metálico con los dientes. Decidió enfocarse en el rostro de Jin durante todo el procedimiento, en la concentración evidente en su frente, las súbitas inhalaciones bruscas, la manera en que su quijada se contraía aferrándose al precario control.

-Está bien.... está bien... –repitió Jin, como mantra una vez estuvo listo y mientras se colocaba a la altura adecuada entre las piernas de Kame. –Está bien…

-Jin…

-¿Si?

-Cálmate.

-Está bien... -repitió Jin.

-Idiota –resopló Kame y la tensión se disolvió un poco.

-Hmm… ¿Kazu?

-¿Eh?

-Es difícil así… -dijo Jin con una risa corta entre dientes, rascándose la punta de la nariz, intentando darse a entender sin explicar mucho, pero Kame lo miró confundido.... hasta que desvió la mirada hacia abajo.

-Oh… si quieres yo… -comenzó a decir Kame e intentó voltearse, pero Jin lo detuvo.

-No… -dijo con dificultad. –Yo quiero… no… quédate así… hmmm… -caviló por un instante. Era realmente difícil, el ansia pulsaba entre sus piernas exigiéndole alivio, pero no quería que Kame estuviera más incómodo de lo que era inevitable si él podía remediarlo.

Su mirada se posó al fin en uno de los almohadones de plumas de Kame, más arriba de ellos en la cama. Kame siguió su mirada y comprendió, alargando el brazo para pasárselo a Jin, que procedió raudamente a acomodarlo bajo las caderas de Kame.

-Si se mancha, te mato –dijo, sólo medio en broma.

-Kazu… -siseó Jin, hallando ahora fácilmente el ángulo, acercándose, apoyándose, encontrando. -Ya cállate…

Kame no tuvo tiempo de sentirse ofendido porque en ese momento Jin empujó sus caderas con delicadeza, entrando lentamente en él.

La sensación esta vez no fue sólo extraña, también rozó el dolor. Cuando Jin estuvo en condiciones de notar algo, lo notó.

-¿Kazu…? -su voz era un hilo muy delgado. -¿Estás…?

-Bien. Sólo necesito un momento…

-Está bien –dijo Jin y se mantuvo inmóvil, haciendo acopio de una fuerza de voluntad que nunca nadie creería que poseía. Respiró hondo y cerró los ojos, intentando no pensar en la tibieza apretada que lo envolvía casi por completo, instándolo a gritos a moverse. Una gota de sudor corrió por su mejilla. Se concentró en su propia respiración, en calmar el errático latir de su corazón…

El tentativo movimiento de Kame lo tomó por sorpresa, abrió los ojos a la vez que una corriente de placer puro lo recorría. Kame leyó la pregunta en los ojos de Jin y, por toda respuesta, volvió a moverse, hacia él y de vuelta, exquisitamente lento. Jin lo comprendió correctamente como un sí.

Comenzó lento, haciendo oídos sordos a su cuerpo que le pedía a gritos más, más fricción, más velocidad, más, simplemente más. Quería darle tiempo a Kame para acostumbrarse y mantuvo el paso pausado, gentil, incluso cuando sintió que Kame dejaba de simplemente resistir y empezaba también a actuar, moviéndose contra él, buscando más. Mantuvo el paso hasta cuando Kame, queriendo provocarlo, lamió su clavícula con movimientos cortos y agresivos de su lengua, la sensación de cada uno de los cuales parecía llegar, por magia, directamente al punto en que estaban unidos. Pero cuando Kame rodeó su cintura con sus piernas, enterrando sus talones en la parte baja de su espalda, ya no pudo más. Se movió con fuerza y sintió las uñas de Kame hundirse en su espalda como si de eso dependiera su vida, aprobando sus acciones.

Tardó un par de minutos en notar que Kame había ocultado una vez más su rostro en su hombro, ahogando cualquier sonido que pudiera escapársele. Al parecer, al siempre controlado Kamenashi lo avergonzaba hacer ruidos muy fuertes. Jin estaba en desacuerdo.

Besó el cuello de Kame, mordió su brazo a la altura del lunar que siempre lo había cautivado y lo empujó, obligándolo a apoyar toda la espalda en la cama. Cambió el ángulo de sus movimientos y al parecer hizo algo bien, porque Kame se llevó el puño a la boca y mordió, fuerte.

Jin avanzó, equilibrándose sobre una sola mano y con la otra deshaciendo el puño de Kame, entrelazando sus dedos con los de él y alejando su mano de su boca para apoyarla en la cama, junto a su cabeza. Flexionó los brazos, acercándose más a Kame, hasta que su pecho estuvo apretado contra el suyo, haciendo a Jin llegar más profundo y a Kame abrir la boca en un grito mudo que nunca llegó a ser. Los labios de Jin buscaron su oreja.

-Kazu… -gimió, y sus palabras resonaron en su pecho, vibrando deliciosamente. –Kazu… grita… nadie va a escucharte… grita…

Kame obedeció a pesar de sí mismo, más aún cuando Jin, casi toscamente, movió su mano libre hacia abajo, muy abajo, hasta llegar al centro mismo de su deseo y apretar, marcando un ritmo tan antiguo como el tiempo.

Sus gemidos aumentaron en intensidad, la urgencia apoderándose de sus movimientos y Jin estaba ahí, Jin no lo dejaba solo. Jin se apoderó de su boca una vez más, mas bien lamiendo sus labios mientras él respiraba arrítmicamente en su boca… tan cerca… tan, tan cerca….

Jin apuró el paso de su mano sintiendo a Kame al borde del abismo, sin dejar de mover sus caderas, presionando con el pulgar el área más sensible en él, una, dos veces…

Incapaz de contenerse Kame se dejó ir, cerró los ojos con fuerza y cayó, el intenso placer haciendo vibrar cada célula de su cuerpo con la fuerza de su desahogo, gritando el nombre de Jin como una letanía y aferrándose desesperadamente a la realidad de sus manos entrelazadas.

Tardó algunos momentos antes de que algo volviera a tener forma y sustancia a su alrededor, pero cuando lo hizo, notó que Jin estaba quieto, esperando. Enternecido, besó la parte alta de su cabeza, su frente, la punta de su nariz. Posó la mano al costado de su rostro y lo levantó para mirarlo en los ojos.

Jin era un monumento a la sobrevaloración del control, aún unido profundamente con Kame, casi temblando por el ansia no resuelta. Cuando habló, su voz era un quejido.

-Hey… hola… -y sin embargo sonrió. -¿Todo bien?

-Tontito… -Kame frotó su nariz con la de Jin. Suspiró. –Todo excelente.

-Bien… Kazu… yo voy…¿puedo…?

Kame lo hizo callar colocando un dedo sobre sus labios.

-Hazlo.

Era diferente esta vez, ya que podía sentir todos los movimientos de Jin clara e individualmente, con mayor fuerza en su piel hipersensibilizada y con la mente más despejada. Los sentimientos de saciedad y alegría lo embargaban y se dedicó a complacer a Jin, levantó las piernas hasta colocarlas bajo sus brazos, ganándose un gemido profundo. El deseo volvía a Kame por oleadas, nada grave ni urgente, porque el cansancio se lo impedía, pero el rostro de Jin abandonado al deseo era realmente algo y su sangre hizo varios intentos casi exitosos de volver a ciertas partes de su cuerpo.

Los movimientos de Jin se volvieron espasmódicos, perdiendo el ritmo y puntuando cada uno de ellos con cortos quejidos agudos y abandonados que sonaban cercanos a la angustia… y Kame contrajo los músculos de la parte baja de su cuerpo, sabiendo que había logrado su objetivo cuando Jin mordió su hombro para ahogar un grito desesperado y hondo y luego quedarse inmóvil unos segundos antes de colapsar sobre él.

La luz era algo maravilloso, la luz encendida le permitía ver la manera en que la respiración de Jin volvía de a poco a la normalidad, le permitía ver los músculos de su espada y cuando éstos comenzaron a moverse, le permitía ver los ojos de Jin cuando finalmente reunió fuerzas suficientes para levantar la cabeza y mirarlo, segundos antes de besarlo intensamente, sin soltar su mano, apretándola más, con ganas de nunca, nunca dejarla ir…

Le permitió ver la sonrisa cansada y saciada de Jin cuando se separó un poco de él, antes de besar su frente y moverse hasta romper su conexión con una mueca de incomodidad pasajera en los rostros de ambos y levantarse perezosa, pesadamente.

-Ya vengo –dijo, en un suspiro. Y caminó, descalzo y desnudo, hasta desaparecer tras la puerta del baño de Kame.

No dejó a Kame solo el tiempo suficiente para que comenzara a pensar. Volvió a la habitación casi inmediatamente, apuntando una toalla pequeña en su dirección a la vez que avanzaba tarareando una canción indeterminada y contorneando las caderas a su ritmo al caminar. Kame rió y luego se dejó caer a la cama, desparramándose sobre ella, rendido.

Al parecer, Jin tenía bastantes más energías que él. Saltó a la cama de manera grácil, arrodillándose una vez más junto a él y besó sus hombros y sus brazos y lugares aleatorios y casi molestos de su rostro, mientras la toalla tibia hacía su trabajo en sus hábiles manos, más allá de su vista.

Cuando terminó, Jin dejó caer la toalla al suelo e instó a Kame a moverse mientras abría las mantas de la cama para entrar en ella y taparse. Kame había olvidado encender la calefacción y estaba haciendo muchísimo frío.

-Este es *mi* departamento, ¿sabes? –medio alegó Kame ante su supuesto despotismo; sin embargo obedeció a Jin, con algo de dificultad, porque sus extremidades se sentían pesadas e inmóviles y rezongó hasta que estuvieron los dos acomodados y cubiertos.

La cama se sentía fría en algunos lugares y Kame lo usó como excusa para acercarse a Jin, a quien no pareció importarle. Todo lo contrario, en realidad, porque cuando Kame se acercó para rodear su brazo con los suyos, Jin lo arrastró más hacia él, haciendo que su cabeza descansara sobre su pecho y rodeando sus hombros con un brazo. Kame se arrimó más, colocando la mitad de su cuerpo sobre el de Jin y cuando Kame dobló una pierna y la pasó por sobre las suyas, Jin suspiró, contento.

-La próxima vez iremos a mi departamento, entonces –respondió algo tardíamente Jin. El cansancio lo estaba atrapando a él también y su voz sonaba acaramelada, sonriente.

Kame cerró los ojos. Las palabras de Jin le daban esperanzas.

-¿Próxima vez? -preguntó intentando sonar divertido, pero la voz le tembló un poco. Esperó que Jin no lo notara.

Jin besó la parte superior de su cabeza con esfuerzo, el sueño tiraba de él, hundiéndolo y sólo el brillo de la lámpara encendida en el techo lo anclaba a la vigilia.

-Sí, próxima vez. Algo así como… mañana… -bostezó.

-¿Y eso qué significa? –preguntó Kame, queriendo preguntar otra cosa.

Jin apretó como pudo su abrazo. Kame lo miró, era difícil mantener esa posición, así que Jin habló rápido y con convicción.

-Significa que no vas a tener más campamentos con Koki -dijo seriamente. Y agregó, con un extraño brillo en los ojos. –Ahora eres mío.

Kame rió, pero en realidad todo su interior cantó de alegría. Dejó caer su cabeza en el pecho de Jin y se acurrucó imposiblemente aún más a él a la vez que daba una palmada sin fuerza en su brazo.

-Idiota… -dijo Kame simplemente y Jin sonrió. Siempre le gustaba cuando Kame estaba de acuerdo con él.

La respiración de Kame se volvió regular y lenta. Con las últimas fuerzas que le quedaban, Jin buscó detrás suyo el interruptor y apagó la luz, sintiéndose rápidamente caer en un sueño profundo y tranquilo.

-Buenas noches –balbució Jin.

-Buenas noches –murmuró Kame, cayendo en la inconciencia.

Se llevó el “te quiero” que escuchó a medias decir a Jin a la tierra de los sueños y pensó que, a la mañana siguiente, él también quería decirle lo que sentía, bañado en luz después de la oscuridad.



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Este fic es culpa de mucho mango sour, chocolate Y dos canciones espectaculares: I made my excuses and left de Pet Shop Boys y Every you Every me de Placebo.

Espero que les guste *_*

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