lunes, 26 de septiembre de 2011

Finales (o la naturaleza del tiempo)

Resumen: Es el final... Kame y Jin tienen su propia manera de superar etapas.



Es casi un rito y ambos lo saben, aunque ya ni siquiera se esfuercen en recordar cómo empezó y realmente a ninguno de los dos parezca importarle.

El último día de conciertos los encuentra nuevamente encerrados en alguna habitación aleatoria, el pestillo colocado como idea de último momento, sus manos, brazos, piernas, encontrándose y desenredándose sin orden, el cuerpo completo ansiando el contacto con el otro.

Es apremiante, húmedo, caótico… irresistible. La adrenalina corre por sus venas y el deseo nubla sus pensamientos por completo. Hay que ser rápidos: la fiesta de celebración comienza en una hora; y silenciosos dentro de lo posible.

Para cuando la espalda de Jin choca con la pared, el chaleco de terciopelo negro ya está en el suelo junto con el pañuelo, también negro. Kame sonríe contra sus labios cuando levanta una mano para quitarle el sombrero que siempre parece llevar últimamente y que ha aprendido a detestar con el paso de los meses. Lanza la prenda ofensiva lo más lejos de su vista posible y ahoga con su boca la protesta de Jin, que cinco segundos después no puede recordar lo que iba a decir y ha perdido todo interés en hacerlo.

Los labios de Kame son intransigentes y Jin ni siquiera intenta negarle el acceso mientras sus manos se enredan con frenesí en su cabello húmedo y rizado. Kame explora la boca de Jin con una meticulosidad inusitada dadas las circunstancias y tal vez a Jin le haría gracia su compulsión perfeccionista, pero en ese momento lo único que ocupa su mente es la lengua de Kame batallando con la suya, trazando la línea por debajo de sus dientes casi tentándolo a morder para luego alejarse de él una y otra vez, dejándolo jadeante y con los ojos a medio abrir.

Mantener a raya los decibeles de su aprobación es un problema, aunque a Kame le encante pensar en sí mismo como medido y controlado. Es una mentira, por supuesto, y Jin lo comprueba cuando, hastiado del tormento de Kame y sus interrupciones inoportunas, afirma con fuerza su nuca e invade su boca, raspando sus labios con los dientes mientras alternativamente succiona y lame su labio inferior, provocando seductoramente a Kame hasta que logra que su lengua busque la suya, para sonreír con suficiencia antes de atrapar la punta entre sus dientes y morder, sin mucha fuerza, sólo lo necesario para que Kame se queje y se apriete contra él, perdiendo un poco de control, buscando más roce.

Predeciblemente, Kame gira el rostro después, alejando su boca de su alcance, pero Jin no pierde el tiempo en lamentaciones: tiempo es lo que no tienen. Y mientras termina de desabrochar la camisa de satín gris oscuro, tan larga que está seguro fue concebida sólo para molestarlo, Jin se encarga de besar el cuello descubierto de Kame hasta llegar al lóbulo de su oreja, hasta hacer que su lengua juegue con el aro que lo adorna, con el cuidado justo para no dañar pero a sabiendas de que un poco de dolor no hará sino apurar el paso; se encarga de morder un poco en el proceso, de lamer la piel detrás, porque sabe que Kame no podrá reprimir el gemido que le causará sin duda y que media respiración después resuena en sus oídos, borrando incluso el recuerdo de miles de fans enardecidas coreando su nombre… *esto* es la gloria y cuando al fin la estúpida camisa se da por vencida y cae al suelo, se apresura a arrancar de su propio cuerpo la polera que aún le impide el contacto de piel con piel, porque es algo que necesita más allá de toda lógica, porque es esto lo que ha llegado a asociar con el éxito y el logro y el triunfo: la piel acalorada de Kame pegada a la suya, la vibración de su corazón desbocado retumbando contra su pecho, el dulzor casi abrumador de su perfume mezclado con el sudor, la humedad y algo más, algo intrínseco de Kame, que hace que el aire huela como su hogar sin importar dónde esté.

Por supuesto, no puede saborear como quisiera el momento. Las incontenibles manos de Kame bajan por su pecho siguiendo el camino marcado por cada punto de placer que ha descubierto en el área durante los años y Jin gime, evitando por poco golpearse la cabeza al inclinarla hacia atrás súbitamente cuando siente las uñas de Kame hundirse por sobre el hueso de su cadera y rasguñar hacia abajo.

La detención de las manos de Kame en su cinturón es concisa, mínima, la hebilla cede sin tirones ni enredos, dos movimientos limpios y le permite acceder y abrir el botón de sus jeans, bajar el cierre sólo lo suficiente para maniobrar, porque aunque pueden permitirse el lujo de un poco de contacto no pueden olvidar que están contra el reloj. Kame suelta sus pantalones cortos, que terminan por caer al suelo por lo que los hace a un lado con eficiencia, separándose un poco de Jin. Hace un tiempo ya que establecieron de mutuo acuerdo, silencioso como todos sus pactos, que Kame era más diestro en esas labores que las manos siempre impacientes de Jin.

Finalmente se miran y Jin no puede evitar soltar una risita divertida que hasta podría pasar por nerviosa. La situación es algo absurda: dos de los súper idols más grandes de todo Japón se miran, despeinados y a medio desvestir en una habitación extraña en las entrañas de un gran estadio.

Kame sonríe antes de avanzar hacia él y plantar un beso suave en sus labios, adora la risa de Jin. También adora el cuello de Jin, la elegante curva que describe en su descenso hacia su hombro y que ahora recorre con la boca, resistiéndose apenas a morder el lunar casi al final del camino sólo porque sabe que la piel de Jin se marca fácilmente y no hay tiempo para esconder una evidencia tan flagrante. Sus manos tampoco se quedan ociosas y aunque sus movimientos son un poco directos y faltos de cualquier sutileza, son lo que son; necesarios, medios para un fin. Y Jin cierra los ojos, tratando de perderse en las sensaciones hasta ahogar todo pensamiento.

No le es difícil, con una de las manos de Kame estimulando terminales nerviosas en su pecho y la otra comenzando a marcar un ritmo cada vez más rápido en lo más recóndito de su ser, sólo puede afirmarse de la cintura de Kame para no caer, sin importar que tenga una pared tras de él. En este momento, Kame es todo lo que existe, más aún cuando su boca abandona su hombro y comienza a bajar por el interior de su brazo, la sensible piel del interior del codo y más abajo, hasta besar el pulso en su muñeca, con suavidad, casi con ternura, haciéndolo suspirar y abrir los ojos.

Y es incapaz de articular una sola palabra, porque el fuego que recorre sus venas ante el espectáculo lo deja inmóvil, porque no importa cuántas veces lo vea, Kame de rodillas enfrente suyo siempre lo hace perder el aliento.

Observa la expresión autosuficiente de Kame transformase en seductora instantes antes de tomar la banda superior de su ropa interior y arrastrarla con cuidado hacia abajo, lo necesario, y Jin está todo lo conciente que le permite estar su mente obnubilada cuando hábiles manos lo toman y lo guían y de pronto todo alrededor suyo es humedad, tibieza, sonido apenas contenido, movimiento y sensación pura.

La lengua de Kame es implacable y es una lucha para no dejarse llevar, para no dejarse envolver completamente por el calor aterciopelado, el ritmo firme, las vibraciones súbitas, entrecortadas, que lo hacen apretar los dientes para frenar la necesidad casi imperiosa de empujar sus caderas hasta que la presión que se ha ido acumulando en él encuentre un punto de escape y pueda descansar de ese placer casi desesperante, que no cesa, que sigue y sigue…

-Hmmmm…. Kazu… -la primera palabra que pronuncia en lo que le parecen horas suena áspera y temblorosa.

Abre los ojos, que no tiene claro cuándo cerró, y mueve las manos, que no sabe bien cuándo enredó en el cabello de Kame. Termina posándolas con un temblor débil en sus hombros y lo empuja un poco hacia atrás.

Detente”… pero no lo dice, porque Kame lo comprende, el ruego en todo su cuerpo es suficiente. Y si no puede hacer nada más por Jin, al menos puede ser complaciente, por esta vez, dejar que las cosas se hagan a su modo.

Jin se sobresalta cuando Kame toma su mano derecha con firmeza entre las suyas y se detiene para asegurarse de que lo está mirando antes de hacer desaparecer el anular en su boca, tomar el anillo que Jin lleva puesto en él con los dientes y tirar, hasta que sale de su dedo y Kame lo deposita suavemente en una de sus propias manos para abandonarlo luego junto a la ropa en el suelo.

Jin está conciente de que debe hacer entrar aire a sus pulmones en algún momento, pero es difícil, porque la neblina de lujuria en su cerebro acaba de espesarse hasta límites insospechados, interfiriendo con sus funciones vitales, con todo menos el deseo y la sangre agolpada en la región inferior de su cuerpo.

Al ponerse de pie, Kame vuelve a tomar la mano de Jin, ahora inmóvil, sin respirar y sin anillo -porque fue una lección que aprendieron hace bastante y Jin debería recordarlo-, y esta vez son sus dedos índice y medio los que Jin pierde de vista, rodeados por los labios de Kame, a estas alturas algo hinchados. Los ve desaparecer, tan hipnótica como rítmicamente, una y otra vez…

Y ya es suficiente. Su autocontrol se acaba y con un gruñido empuja a Kame contra la puerta enfrente de él, que suena de una manera que debería preocuparlos pero que en su estado actual casi ni notan, y la mano de Jin se libera y su cuerpo se presiona con urgencia contra el de Kame, sus labios buscan los de él, porque necesita de su aire para mantenerse vivo.

El arco de la espalda de Kame deja el espacio suficiente para que sus dedos húmedos maniobren, para que su pulgar se enganche con la parte superior de la única barrera de tela que lo separa de su destino y tire hacia abajo, hasta descubrirlo, para que los mismos dedos se muevan hasta encontrar lo que buscan mientras su otra mano se encarga de que Kame esté, si no listo para recibirlos, al menos un poco menos inclinado a notarlo.

Cuando sucede, la mueca de incomodidad de Kame queda opacada por el beso húmedo que comparte con Jin.

No es suficiente, lo saben y a uno de ellos claramente no le importa, pero si Jin intentara detenerse sabe que Kame no lo permitiría. Extrañamente él también necesita este ritual sacrosanto de conclusión cada vez, crudo, desesperado, danzando en un abismo precario a dos pasos del dolor.

-¿Jin? ¿Ahora? –su boca a medio liberar puede apenas formular las palabras antes de volver a ser atacada.

Y sí, “ahora” suena como un buen momento y aunque la logística indicaría buscar otra posición, no ver el rostro de Kame simplemente no es una alternativa. Y Kame ha subido algo de peso, pero aún así es fácil levantarlo un poco, haciendo a la puerta protestar por la presión en su contra y Kame ríe secamente antes de subir una de sus piernas para rodear su cintura, probar su equilibrio tosco, torpe, agitado antes de subir la otra pierna y enredarse en Jin más allá de lo coherente, afirmándose de sus hombros y dejando que Jin se encargue, que encuentre la manera. Esconde el rostro entre el salvaje cabello de Jin, porque cuando lo piensa, es vergonzoso estar así, entregado irremediablemente a merced de una persona…

Y entonces su mente se congela.

El dolor es familiar y esperado, han pasado meses desde el último día de grabación del disco, y Kame intenta relajarse lo más posible en el poco tiempo que tiene para acostumbrarse, antes de que Jin busque mirar su rostro y amenace una vez más con detenerse, como tantas veces antes.

Y Jin lamenta una vez más que el proceso no pueda ser lento, hasta anhela deber luchar contra el ardor y la estrechez y la maldita fricción que le advierte que esto va a terminar mucho más rápido de lo que querría. En su corazón el deseo de alargar estos momentos es tan poderoso que es casi angustia. Oh sí, desea el cuerpo de Kame, siempre lo ha hecho, incluso desde antes de que su mente procesara la sensación y la transformara en comprensión, pero últimamente no basta, ya nunca basta.

Y ni siquiera unido profundamente a él, ahogándose entre gemidos y gritos apagados mezclados, indiscernibles, más hondo de lo que jamás querrá estar de otro ser humano, en esta vida y en todas las que le sigan, respirando con él, por él, a través de él… ni siquiera así se siente suficientemente cerca.

El cuerpo de Kame vibra, se aferra más y de verdad esto no podrá durar mucho, así que busca con determinación sus ojos, instándolo a levantar el rostro con movimientos de cabeza lo más suaves que puede lograr, hasta que Kame lo mira a través de su chasquilla despeinada y húmeda, con los párpados a medio abrir. El fuego inconciente en sus ojos es insoportable, irresistible y lo besa con violencia, atándose inestablemente a la cordura al lamer sus labios, besar su mentón, su nariz, su mejilla y cada uno de los lunares que la adornan como una constelación y que el maquillaje suele cubrir pero ahora el calor y la humedad han descubierto para él, sólo para él.

-Eres mío –resopla Jin por debajo de su aliento, con vehemencia, incapaz de retener las palabras. -¿Lo entiendes? Mío… -y lo enfatiza con un golpe especialmente fuerte de sus caderas.

Kame, imposiblemente, mantiene su mirada y parece derretirse en ella, el fuego danza tras sus ojos antes de cerrarlos y asentir. El gesto es suficiente para que Jin pierda por fin todo deseo de refrenarse. Intensifica el ritmo, lo apresura con abandono, jadeando sin poder contenerse y, con esfuerzo, arrastra una de sus manos hasta hacerla llegar donde Kame la necesita con más urgencia en ese momento, aprieta con fuerza y comienza un movimiento de vaivén que hace juego con la cadencia de todo su cuerpo.

La presión alcanza en milésimas de segundo el punto sin retorno para Kame, porque hace ya un rato que el dolor llegó a un nivel más que soportable y Jin está causando estragos en él.

Ni siquiera necesita advertirle a Jin, que conoce su cuerpo casi tan bien como el suyo. Cuando todo sus músculos se contraen en un delicioso espasmo, Jin lo está esperando. Se traga el grito de su nombre que Kame no alcanza a ahogar y lo besa casi con delicadeza, deteniendo paulatinamente el movimiento de su mano, esperando que vuelva completamente en sí.

Siempre es así, al menos siempre intenta que sea así. Kame está primero, Kame es la prioridad. Y sólo cuando siente que Kame podrá seguirle el paso se entrega a las sensaciones que le exigen alivio con ahínco, probando con dos embestidas suaves antes de desatar toda su urgencia y es sólo un par de movimientos bruscos después que se siente atrapar por el delirio arrebatado del desahogo que tira de él. Cierra los ojos y con un gemido se deja caer.

Después, sólo un poco después, porque ni siquiera hay tiempo de disfrutar de la sensación de cercanía casi compulsiva que embarga a Jin siempre cuando todo acaba, separan sus cuerpos con la renuencia de la incomodidad inminente y que esta vez no es solamente física. Esta vez las palabras que se le escaparon a Jin cuelgan en silencio entre ellos, haciendo que el aire se sienta tenso antes de que ninguno de los dos pueda hacer nada por fingir que no se pronunciaron.

Pero pasará, ruega Jin, porque Kame debe saber que hay palabras que a veces simplemente no puede contener y que no tienen que significar nada, que pueden olvidarlas. Debe saberlo, de la misma manera en que Jin sabe de todas y cada unas de las objeciones que Kame tendría sobre una relación más estable, de la lista interminable de contras que no quiere oír, que tiene presente pero quiere olvidar, que no está dispuesto a escuchar en calidad de sermón de los labios de Kame. De la misma manera en que sabe que nunca más puede dar luces sobre lo que siente, en lo absoluto, que debe seguir ocultándolo todo como lo ha hecho hasta ahora. Porque Kame no podría aceptarlo de ninguna otra forma y prefiere tener esto que perder todo para siempre.

Mientras arregla su ropa y busca su anillo y su sombrero evitando miradas, trata de sacudirse de encima la leve sensación de pérdida que lo embarga; hay una fiesta a la que asistir dentro de demasiado poco y además se ha convencido y ha aceptado que jamás podrá tener un lugar en la vida atiborrada de trabajo de Kame, aunque él esté dispuesto a dedicarle la suya.

Ya completamente vestido, se sienta en el suelo para colocarse las botas que yacen en un rincón de la habitación, olvidadas desde el momento en que entraron en ella, y aunque ya su respiración es casi regular, su corazón se sobresalta cuando siente a Kame rodear sus hombros por detrás, esconder el rostro en uno de ellos…

-Kazu… ¿pasa algo? –pregunta, apenas conteniendo las ganas de girarse.

Desea besarlo, desea estrecharlo entre sus brazos y desea que se queden un rato más solos. Desea muchas cosas, pero las ahoga todas en la conciencia de la imposibilidad.

-Hmmmm –el sonido meditabundo de Kame resuena en su hombro haciéndole cosquillas, pero la sensación no llega a ser agradable.

Kame tiembla y Jin siente algo que no puede llamar temor, más bien una ligera aprensión subiendo por su espalda y helándola, a pesar del calor de Kame que comienza a colarse lentamente a través de su ropa.

Jin termina con sus botas y se gira con habilidad, dejándolos a ambos abrazados de rodillas en el suelo. Su mano izquierda acaricia con ternura el cabello de Kame, hasta que se relaja en sus brazos y lo aprieta más fuerte. Y el corazón de Jin se acelera y su estómago se anuda por razones muy diferentes a las de ocasiones anteriores. La trascendencia se siente en el aire, pesada y nerviosa, y no sabe si será algo bueno, por lo que tensa su abrazo e inhala profundo. Si esta es una despedida quiere llevarse con él el recuerdo del olor de Kame apretado contra él.

-Jin, yo te… te quie…

Las palabras lo sobresaltan y de pronto se encuentra mirando de frente a Kame, sonrojado, nervioso y que por una vez luce dos años menor que él. Pequeño. Tiene miedo de la alegría que empieza a sentir que lo invade, porque no ha terminado la frase y todavía puede significar cualquier cosa.

-Yo quiero… me gustaría ir a… alguna parte… a beber algo a alguna parte… o a comer algo… contigo… -logra decir Kame y siente ganas de esconderse, pero no hay dónde hacerlo.

-¿Cómo en una cita? –Pregunta Jin con cuidado, intentando que el corazón no se le salga por la boca al hablar.

Y Kame no puede responder, porque Jin no lo sabe, pero su corazón también late desbocado y la trascendencia tensa del ambiente va mutando vertiginosamente en algo inesperado e improbable y que ninguno de los dos quiere tildar de maravilloso por miedo a que se evapore y resulte ser fruto de su imaginación. Su garganta se cierra y sólo puede asentir, intentando parecer desafectado y sin lograrlo por mucho, incapaz de arrastrar los ojos lejos de la mirada de Jin, esperando una respuesta, algo, alguna reacción.

La contestación se presenta en la forma de un beso de Jin sobre sus labios, suave, sin atisbo de la pasión que los consumió apenas minutos antes. La sensación es profunda, sin embargo, y los deja temblando, concientes de que una vez más este es un rito que marca un final, el final de una etapa. El comienzo de algo.

-Pasta -susurra Jin contra sus labios. -Con muchísima salsa... y la tienes que preparar tú.

-¿El domingo? –logra articular Kame por sobre la emoción que comienza a invadirlo.

-Suena bien –responde Jin, aunque el domingo está a casi una semana de distancia, pero con los horarios de Kame y la avalancha de trabajo que se avecina sobre ambos, está contento de que la fecha sea antes del próximo año.

Kame descansa la frente sobre la suya y suspira con desgano y por primera vez Jin nota que no está solo en su deseo de quedarse ahí, de estar ahí, de alargar momentos robados y permanecer en ellos.

-Tenemos que irnos –se fuerza a decir Jin, sin embargo.

El juguetón y perezoso gruñido de protesta de Kame suena como música en sus oídos.

Lentamente se ponen de pie y Jin no puede borrar la sonrisa de su boca. Espera que este haya sido el último final amargo entre ellos, de verdad lo espera y cuando ve la sonrisa de Kame que imita la suya, hasta se permite sentir esperanzas de que sea posible.

Y aunque hay muchas cosas que quiere decirle a Kame, sabe que no es el momento de hacerlo, pero eso ya no importa. Por primera vez en su vida, tienen mucho tiempo por delante.

0 comentarios:

Publicar un comentario